La otra noche vinieron Paco y Alvero. Apenas acababa de retomar mi trabajo cuando se escuché sus voces graves acercándose por el pasillo. Para cuando irrumpieron en mi habitación yo ya había aceptado estoica, alegremente, que esa tarde no volvería a trazar una sola línea, así que abandoné mi puesto e trabajo para dedicarme a un par de amigos que había echado de menos durante una larga semana.
Más tarde, a la hora de irse les dije que los podía llevar, que me apetecía dar una vuelta en coche y que con esta lluvia no iba a dejarles cruzar media ciudad.
Pero la verdad la diría Alvero un poco más tarde.
El precio de recibir visitas de amigos a los que has añorado, era no volver a trazar una sola línea de mi proyecto. Abandonar el tiempo que ya había creído mio a fuerza de haberme adaptado a él, de haberme organizado… pero aquella tarde fue como si cayeran los botes de pintura sobre un lienzo inesperado.
Yo salía ganando en cualquier caso. Y Eso lo sabe quien conoce a Paco y a Alvero.
El precio de llevar a dos colegas a casa, evitándoles una caminata bajo la lluvia es que el de acostarse más tarde que cualquiera de los dos. Pero no me acosté una hora más tarde sino dos, quizá tres.
-Me he pasado tu calle, ¿tiro par adelante?
-Tira para adelante,d a igual, da un rodeo, así tardamos más tiempo.
…y así fue como Alvero retrató en palabras la otra noche.
Cuando llegamos a su casa aún nos echamos dos horas hablando y dos cigarros, unos con el motor del coche encendido y los otros, con el motor apagado tras darme cuenta de que llevaba una hora parado con el motor en marcha.
La amistad comprime y estira los tiempos como si de un acordeón se tratara, pero no suena como un acordeón sino como la otra noche.
Y si me niego a callar ese murmullo cuando suena, abandonando el trabajo y mis planes de futuro, mi tempo cotidiano y controlado que me da seguridad y me hace sentir un buen chico, es porque luego se que he hecho bien: El tiempo me lo dice, a la vuelta, cuando otra vez estoy solo.. además, pocas cosas hay en la vida como buscar aparcamiento por las calles viejas de la ciudad, de madrugada y bajo la lluvia mientras suena Something in the Way por la autorradio.
Más tarde, a la hora de irse les dije que los podía llevar, que me apetecía dar una vuelta en coche y que con esta lluvia no iba a dejarles cruzar media ciudad.
Pero la verdad la diría Alvero un poco más tarde.
El precio de recibir visitas de amigos a los que has añorado, era no volver a trazar una sola línea de mi proyecto. Abandonar el tiempo que ya había creído mio a fuerza de haberme adaptado a él, de haberme organizado… pero aquella tarde fue como si cayeran los botes de pintura sobre un lienzo inesperado.
Yo salía ganando en cualquier caso. Y Eso lo sabe quien conoce a Paco y a Alvero.
El precio de llevar a dos colegas a casa, evitándoles una caminata bajo la lluvia es que el de acostarse más tarde que cualquiera de los dos. Pero no me acosté una hora más tarde sino dos, quizá tres.
-Me he pasado tu calle, ¿tiro par adelante?
-Tira para adelante,d a igual, da un rodeo, así tardamos más tiempo.
…y así fue como Alvero retrató en palabras la otra noche.
Cuando llegamos a su casa aún nos echamos dos horas hablando y dos cigarros, unos con el motor del coche encendido y los otros, con el motor apagado tras darme cuenta de que llevaba una hora parado con el motor en marcha.
La amistad comprime y estira los tiempos como si de un acordeón se tratara, pero no suena como un acordeón sino como la otra noche.
Y si me niego a callar ese murmullo cuando suena, abandonando el trabajo y mis planes de futuro, mi tempo cotidiano y controlado que me da seguridad y me hace sentir un buen chico, es porque luego se que he hecho bien: El tiempo me lo dice, a la vuelta, cuando otra vez estoy solo.. además, pocas cosas hay en la vida como buscar aparcamiento por las calles viejas de la ciudad, de madrugada y bajo la lluvia mientras suena Something in the Way por la autorradio.
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