Pero no, me digo al minuto: Mejor me guardo esta luz y esta oscuridad en el saco de las cosas que se revuelven al escribir, que de pronto se me hace que es como la enciclopedia o el viejo baúl del altillo: en los que uno cree buscar una cosa y por el camino se enreda y se acaba encontrando con otras, cosas de un mundo y de otro, que tienen el poder de relegar el objeto buscado en un segundo plano, o más al fondo, tanto que al final de la tarde ni te acuerdas de lo que buscabas… y además no aparece lo fueras a encontrar, pero qué me importa ya a estas horas: ¿lo que busco? -me pregunto con los hallazgos brillando en mis manos sucias-… Bah, lo que busco igual no era más que una excusa del mundo para vivir la tarde de hoy.
Al escribir, al hurgar en los libros y los baúles me suelen pasan estas cosas.
Reconozco que a veces no soy tan vital y cedo a las llamadas de obligaciones, que dejo tras de mi como un columpio vacío balanceándose en el aire. La diferencia es que al escribir, además, puedo quedarme (y me quedo) jugando un rato más. Incluso puedo olvidarme sin demasiado miedo de lo que quería decir, que al fin y al cabo y viendo donde he llegado, igual era una chorrada. Al escribir puedo hacer cosas que no me dejaban hacer de niño y en verdad a veces tampoco de adulto.
Para eso necesito guardarme un poco la vida que me daría por contaros ahora mismo, porque -aparte de que quién soy yo para considerar que pueda interesar a alguien-, poco más me quedaría, si lo hiciera, para desmadejar tan a gusto, destilar o contaminar, revolver, diseccionar… usar sus detalles para vestir una idea o entretenerme en buscarle detalles con los que mi vida pueda salir de incógnito al extraño ruedo de ser texto en la calle.
Con todo, he de confesar que a veces, cuando me ocurre algo, la cabeza se me llena de palabras y tengo que hacer acopio de una enorme paciencia para no soltarlas todas. Me consuela pensar que es la misma paciencia que por método deben tener oficios como el queso y los buenos vinos.
2 comentarios:
Lo primero, felicidades por los siete años, golfo, que eres un golfo...
Y si,muchas veces te entran ganas de romperlo todo con letras, pero somos caballeros y es lo que tiene...que no hacemos daño ;)
Besicos
la escritura inmediata tiene su encanto, y la escritura madurada y reflexiva también
supongo que todo depende de cómo queramos acompañar la cena de esa noche, ¿no?
ánimos y un abrazo muy fuerte
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