Reflexiones de MariCruz Cristófol acerca de optimismo/pesimismo y traducción a propósito de una clase de Salvador Peña.
Como el amor (la poesía, la literatura...), a mi entender LA TRADUCCIÓN Y SU PRÁCTICA se construyen sobre un MALENTENDIDO, la imposibilidad de comunicación, la vana ilusión de entrar en la mente, el corazón, el cuerpo del otro (con mayúsculas o no, poco importa, ¿o importa mucho? quizássí...), en su experiencia.
Lo que hay del otro que nos enamora o que creemos entender e interpretar es sólo algo que ya está en nosotros mismos. Reconocemos en el espejo sólo aquello que ya conocemos, lo demás nos es incógnito, no lo vemos siquiera.
Pero como hay ALGO de nosotros que compartimos con otros, pues nos enamoramos, leemos poesía y traducimos... Hay momentos en que la lucidez nos alcanza y lo vemos claro: "no nos hemos comprendido nunca, hablamos lenguas diferentes, usted y yo, ¿qué hacemos perdiendo nuestro tiempo en esta ficción?"
Sin embargo, esa ofuscación del reconocimiento en el otro, esa ilusión de amarlo y comprenderlo, de ser capaz de empatizar con él, de traducirlo, es tan hermosa, tan sublime a veces incluso, que una vez experimentada no puede abandonarse sin dolor. Crea dependencia.
Mi pesimismo-optimismo acerca de la traducción tiene que ver con esto: mi pesimismo está en que las traducciones no son transparentes, ni inocentes, ni neutras, ni inocuas, ni... mi optimismo está en que es hermoso y vale la pena practicarlo, sea lo que sea a lo que llamemos TRADUCIR.