jueves, 4 de agosto de 2005

Étérnation (parte II)

        
(¿Tendría que ver con eso el que retrasara cada día la Gran Hora de la Limpieza, y con el hecho de que hacía un mes no terminaba de organizar mi desorden, mientras el calor hacía su parte descolgando uno a uno posters, postales y papelotes varios sobre los restos del último trabajo, las Cartas de Amor de Telefónica, algún dibujo y los montones de recortes garabateados que componen la agenda que nunca tuve?) …

        No creo en nada, pero eso no impide que me sorprenda ante la unutosidad de ciertas casualidades…

        Efectivamente, me he mudado: escribo esto 3 metros por encima del lugar desde donde normalmente escribo. Estoy en otro cuarto, en un desorden de mudanza que es como el murmullo de todas mis cosas buscandose aún su nuevo lugar. A pesar del caos sé que no me he movido mucho, me siento cerca, tan solo en el piso de arriba, y a solo dos días pasados, el patio que veo desde la ventana es el mismo… pero me siento lejos al mismo tiempo: en otro comienzo, en otro capítulo de todas las casas que he habitado, que tal vez empiezan a no ser pocas… No lo tenía planeado, simplemente surgió, y me subí al tren, así después de un par de años me introduje yo también en el puzzle que mueve a los inquilinos de un apartamento a otro hasta el día en que se van, dejando en general algún rastro como el 17 pulgadas de Paul que apareció en el patio, o su antena de televisión que he vuelto a instalar en el tejado y que al menos me deja ver Doraeomn en color, o la Motoreta de Pedro, aquel yonki hijo del post comunismo sin prospectos, y la tragedia que llevaba pegada al culo como una mancha de nacimiento que me prometió volver a buscarla algún día. Recuerdo que una vez rescaté de la basura el cabecero de la cama de un vecino de arriba… hasta entonces nunca había tenido un cabecero de caña.
        Siempre queda algo. Me pregunto qué dejaré yo.

        En fin, efectivamente, me he mudado tal y como escribía la otra tarde que parecían querer decir mis posters cayendo uno a uno, mis paredes deshojándose de puro calor… Y efectivamente también, el verano nos ha explotado en toda la cara, y no es como la explosión colectiva de la primavera, esa bulliciosa riada de vitalidad, no… en este lugar el verano es un calor de sálvese quien pueda, que baja del cielo y vuelve a subir recalentado en el asfalto y las aceras… pero con esa jactancia suya de chicharra, relamiéndote impertinentemente la barbilla. ¿tu no te as ido, chaval?

        Vuelvo de Londres y me digo joder qué calor.

        Vuelvo de Londres y me digo ¿Dónde está todo el mundo?

        …¿Esta Materia es el Verano del 2005?

        Dentro los muebles a medio poner, fuera la ciudad flota en su masa turística que veo subir y bajar como una marea cuando voy y vuelvo del trabajo metiendo la cabeza en cada fuente… Me refugio con las persianas echadas, penumbra y voces de la calle que salen de ventanas de otros refugiados…

        ¿Dónde estará todo el mundo?... me pregunto al despertar un poco sudado de la siesta… me gusta la luz que se filtra por las persianas.
        Me giro, y te observo reposar a mi lado, tu mano a penas me responde, murmuras con ese quejido feliz de la siesta, y tengo la impresión de que la certeza de que el móvil no sonará es un regalo del cielo. Asimismo, bendigo el ventilador mientras repaso con la lengua la humedad de tu espalda… cuando llego a tu nuca, te giras, pero no has conseguido ocultar tu sonrisa contra las sábanas y tus reproches se dejan apagar sin esfuerzo en mi boca…

        ¿Para que quiero el verano si puedo enfriarme y calentarme a mi antojo?

        ¿para qué quiero Todos los Veranos de Este Mundo si puedo resfriarme a tu lado?

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