Basta ya, coño, basta ya de tanta mojigatería, de tanta condena moralista y libertaria, de tanta redención de las hipocresías entre las hipocresías, de tantas ansias de coherencia, de claridad nuclear... porque eso es el blanco, señores, eso es la luz por la luz y no otra cosa: la muerte nuclear, o la limpieza extrema, profiláctica, enfermiza... No cuento nada nuevo: cualquiera que dibuje lo sabe, pero si no, os lo cuento, porque viene al pelo: en el dibujo no hay nada que sea blanco, al menos nada que no quede demasiado abstracto para ser real o demasiado infantil para ser creíble. A lo sumo será gris cálido IV en la escala Faber Castell. "Gris no pinta" para los amigos, porque parece que no pinta, pero da la vida: una pátina de suciedad, de memoria, de existencia, que si no la dan ya las manos al rozar el papel llevándose un poco del aceite del grafito, lo da el papel mismo con su rugosidad. Una rugosidad, como decía Win Wenders, en la que la memoria pueda adherirse y no pasar como si nada ocurriera… en un fragmento de tiempo blanco límpido de una Utopía sin remedio.
Basta ya de tanta intelectualización social, de tanta militancia ridícula y puritana.
Basta ya coño...
Me importa un pito que no sepáis llevar la navidad sin que esa inyección de consumismo os vuelva locos, sin que vuestro ateismo tan bien trabajado como el mío sepa entender que no es más que los restos de una vieja fiesta romana...
Qué Jesus ni qué niño muerto.
Un poco de ironía a la vida, por dios. Un poco de comprensión.
La navidad, para mi como para bastante gente, es la única manera que cada año encuentro de sentar a mi familia, falte alguno por su cabezonería, falten otros por sus malos rollos, y otros porque simplemente les pilla del otro lado, de que por una vez nos metamos nuestra mierda por el culo y nos echemos a cenar en la misma mesa. Una noche, cojones, una en todo el año... Lo siento, pero esa noche vale para mi toda la hipocresía de este planeta, al menos la de este país... que no es poca, pero todavía no es suficiente para quitarme una puta noche.
Una mísera noche de sopa caliente y abuelilla. Un año más, abuelilla. Un año más que me preguntas si me queda algo de fe y yo te digo que a mi manera que si, pero que no creo que quieras que te lo explique (mi cabeza llena de tornillos, de casas, de ciudades y de campos, de personas, de poemas y momentos, de tetas y de culos, de sonrisas y de orgasmos), que sería muy complicado, abuelilla. En realidad no es complicado:
La abolición de la navidad sería la abolición de esa noche. Lo siento, pero yo elijo.
Viva la navidad, coñazo de navidad, puta navidad de miserias humanas.
Hostias... ¿Y Los reyes magos?... Esos cabrones…
Pues mira, los reyes son la única manera que tenía de hacerme con algunos juguetes para el resto del año, porque yo no solía pedir. No me hacían mucho caso, no fuera a acostumbrarme, no fuera a olvidarme de que nada es gratis... así que esperaba a los Reyes... los reyes eran una pequeña excepción, una fiesta en que por un segundo, no solo podías pedir, sino que podías hacerlo por carta. Ahí es nada.
Y esa fiesta no era un chantaje: "pórtate bien y te traerán lo que pides". No, eso no era un chantaje: era simple lógica aplastante. Si yo no he sido un niño déspota es porque mi padre no me lo ha permitido. Así de fácil. Si le hacía la puñeta, él no me iba a premiar mostrándome a unos reyes generosos. Con aquel negocio, además de que dejara de hacer el imbécil por unos días, me hacía entender que si te dejan pedir, no puedes dejar de ser humilde. Y me lo enseñaba sin palabras. Toma castaña: Los reyes son una metáfora. Y la cierta generosidad de mi viejo no me ha convertido en un consumista, sino que me ha hecho entender el valor de la generosidad: el placer de la ilusión ajena. Porque regalar no es capitalista, es humano.
Hablando en plata:
Los reyes no tienen la culpa de que os dejéis llevar por la corriente consumista, por la presión de los medios, no. No escurráis el bulto, joder: los reyes no tienen la culpa de que piquéis, ni siquiera tiene la culpa de que no sepáis educar a vuestra gente...
Los reyes magos son lo puto mejor. Un niño cree durante años que unos tíos vienen de oriente trayendo regalos para todos en una sola noche, cree que entran a su casa, que sacan lo que ha pedido o lo que no, qué más da, traen regalos, así, como llovidos del cielo. Lo voy a repetir ¿vale?:
Basta ya de tanta intelectualización social, de tanta militancia ridícula y puritana.
Basta ya coño...
Me importa un pito que no sepáis llevar la navidad sin que esa inyección de consumismo os vuelva locos, sin que vuestro ateismo tan bien trabajado como el mío sepa entender que no es más que los restos de una vieja fiesta romana...
Qué Jesus ni qué niño muerto.
Un poco de ironía a la vida, por dios. Un poco de comprensión.
La navidad, para mi como para bastante gente, es la única manera que cada año encuentro de sentar a mi familia, falte alguno por su cabezonería, falten otros por sus malos rollos, y otros porque simplemente les pilla del otro lado, de que por una vez nos metamos nuestra mierda por el culo y nos echemos a cenar en la misma mesa. Una noche, cojones, una en todo el año... Lo siento, pero esa noche vale para mi toda la hipocresía de este planeta, al menos la de este país... que no es poca, pero todavía no es suficiente para quitarme una puta noche.
Una mísera noche de sopa caliente y abuelilla. Un año más, abuelilla. Un año más que me preguntas si me queda algo de fe y yo te digo que a mi manera que si, pero que no creo que quieras que te lo explique (mi cabeza llena de tornillos, de casas, de ciudades y de campos, de personas, de poemas y momentos, de tetas y de culos, de sonrisas y de orgasmos), que sería muy complicado, abuelilla. En realidad no es complicado:
La abolición de la navidad sería la abolición de esa noche. Lo siento, pero yo elijo.
Viva la navidad, coñazo de navidad, puta navidad de miserias humanas.
Hostias... ¿Y Los reyes magos?... Esos cabrones…
Pues mira, los reyes son la única manera que tenía de hacerme con algunos juguetes para el resto del año, porque yo no solía pedir. No me hacían mucho caso, no fuera a acostumbrarme, no fuera a olvidarme de que nada es gratis... así que esperaba a los Reyes... los reyes eran una pequeña excepción, una fiesta en que por un segundo, no solo podías pedir, sino que podías hacerlo por carta. Ahí es nada.
Y esa fiesta no era un chantaje: "pórtate bien y te traerán lo que pides". No, eso no era un chantaje: era simple lógica aplastante. Si yo no he sido un niño déspota es porque mi padre no me lo ha permitido. Así de fácil. Si le hacía la puñeta, él no me iba a premiar mostrándome a unos reyes generosos. Con aquel negocio, además de que dejara de hacer el imbécil por unos días, me hacía entender que si te dejan pedir, no puedes dejar de ser humilde. Y me lo enseñaba sin palabras. Toma castaña: Los reyes son una metáfora. Y la cierta generosidad de mi viejo no me ha convertido en un consumista, sino que me ha hecho entender el valor de la generosidad: el placer de la ilusión ajena. Porque regalar no es capitalista, es humano.
Hablando en plata:
Los reyes no tienen la culpa de que os dejéis llevar por la corriente consumista, por la presión de los medios, no. No escurráis el bulto, joder: los reyes no tienen la culpa de que piquéis, ni siquiera tiene la culpa de que no sepáis educar a vuestra gente...
Los reyes magos son lo puto mejor. Un niño cree durante años que unos tíos vienen de oriente trayendo regalos para todos en una sola noche, cree que entran a su casa, que sacan lo que ha pedido o lo que no, qué más da, traen regalos, así, como llovidos del cielo. Lo voy a repetir ¿vale?:
Van tres tíos, vienen de Oriente en camello y traen regalos.
Así, por las buenas. Joder: Lo hacen... no es una ilusión en la cabeza del niño: lo hacen. El niño se levanta y los regalos están ahí. Es verdad. Se lo traga porque a él aún le es fácil creer. Y eso, eso es la leche... oh, si: “se pierde la inocencia, pero se gana la libertad”, suena chachi… pero, honestamente, puestos a ser aun inocentes, creo que merece la pena un poco de teatro, unas gotas de magia antes de la Bendición Libertaria. Tenemos toda la vida para ser libres.
Yo recuerdo ese creer, cuando creía, y ese recuerdo es algo impresionante: Lo ingenuo que fui que veía a los tres payos subiendo apretados en el ascensor. Y la risa contenida de los adultos cuando hablaba de os reyes. La mía cuando aún intento no irme de la lengua delante de los pequeños ahora. Muerto de envidia. Como el otro día, que fui a preguntar a una Señora por donde quedaba Periana, y mientras me lo explicaba, no podía dejar de mirar una excavadora dirigida por control remoto -cable de 1 metro- que tenía su hijo. Diez euros en los veinteduros… y lo que yo daría por estar en su piel y echarme a la arena a jugar con aquella excavadora. Nunca me trajeron la puta excavadora, pero tampoco intenté comprender por qué. Porque los reyes eran mágicos y no contestaban cartas, así que había que joderse... y luego, de algún modo siguieron siéndolo cuando los reyes dejaron de ser los reyes y supimos la verdad, aceptándolo como un juego a una edad en que empieza a dar vergüenza jugar. Un juego cada vez menos teatral, pero una ilusión de todas formas para un niñato sin ahorros.
El día de reyes no es consumismo ni es nada... el día de reyes es el día de reyes. Lo demás lo ponéis vosotros, si queréis. Si de verdad no os queda más remedio.
Si os sigue pareciendo consumista, regalad menos, o regalad otras cosas, no se, ocurrencias vuestras. Pues anda que no hay maneras de sorprender. Actuad vosotros mismos. Hacedle el boicot al Corte Inglés o al Amena, o a Nintendo, o al Cosmopolitan o al Hijo Puta de vuestro Hijo o al Cabrón de vuestro Padre que no os entiende y lo soluciona todo con dinero y regalos absurdos... O no regaléis, que también es original, aunque, francamente, menos divertido.
Pero dejad a los reyes tranquilos.
Que parecéis tontos.
Yo recuerdo ese creer, cuando creía, y ese recuerdo es algo impresionante: Lo ingenuo que fui que veía a los tres payos subiendo apretados en el ascensor. Y la risa contenida de los adultos cuando hablaba de os reyes. La mía cuando aún intento no irme de la lengua delante de los pequeños ahora. Muerto de envidia. Como el otro día, que fui a preguntar a una Señora por donde quedaba Periana, y mientras me lo explicaba, no podía dejar de mirar una excavadora dirigida por control remoto -cable de 1 metro- que tenía su hijo. Diez euros en los veinteduros… y lo que yo daría por estar en su piel y echarme a la arena a jugar con aquella excavadora. Nunca me trajeron la puta excavadora, pero tampoco intenté comprender por qué. Porque los reyes eran mágicos y no contestaban cartas, así que había que joderse... y luego, de algún modo siguieron siéndolo cuando los reyes dejaron de ser los reyes y supimos la verdad, aceptándolo como un juego a una edad en que empieza a dar vergüenza jugar. Un juego cada vez menos teatral, pero una ilusión de todas formas para un niñato sin ahorros.
El día de reyes no es consumismo ni es nada... el día de reyes es el día de reyes. Lo demás lo ponéis vosotros, si queréis. Si de verdad no os queda más remedio.
Si os sigue pareciendo consumista, regalad menos, o regalad otras cosas, no se, ocurrencias vuestras. Pues anda que no hay maneras de sorprender. Actuad vosotros mismos. Hacedle el boicot al Corte Inglés o al Amena, o a Nintendo, o al Cosmopolitan o al Hijo Puta de vuestro Hijo o al Cabrón de vuestro Padre que no os entiende y lo soluciona todo con dinero y regalos absurdos... O no regaléis, que también es original, aunque, francamente, menos divertido.
Pero dejad a los reyes tranquilos.
Que parecéis tontos.
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