Hay veces que no decimos las cosas porque nos da vergüenza, y aunque nos morimos de ganas, nos callamos. Quizá porque tenemos miedo a que caigan al suelo y se pierdan como ese humo pesado de las películas de científicos, que cae formando de círculo que se desvanecea ras del suelo, bluuuuuf.
Luego abro la boca, y digo algo que te sorprende, tu abres un momento los ojos más de lo habitual y yo siento como cuando estoy buceando y pasa una ola.
Pero Dios nos hizo de un barro lleno de miles de arañas muertas.
He estado a punto de traer un mecano a casa, con la idea de construir una máquina de hacer pompas de jabón. De esas que se van volando y que convierten por un momento la realidad en algo mágico, de esas que vuelven locos a los niños que las persiguen y las protegen apartanto todo cuanto sea posible de su camino, o van y las explotan sin saber realmente por qué.
Al final no me traje el material. Me di cuenta de que una vez terminada la máquina apenas saldría por ahí a utilizarla un par de veces, y por otro lado, de que lo que me importaba tanto, no era tanto la máquina en si como la actitud de querer construir una máquina de hacer pompas de jabón.
Entonces me pregunté si no había otra manera de hacer la máquina de hacer pompas de jabón. Lo único necesario era la actitud que uniendo elementos convencionales, producidos en serie o inventariados, del mismo modo que bielas y tornillos para construir una máquina de hacer pompas de jabón, uniendo por ejemplo, líneas determinadas, colores, palabras que vienen en los diccionarios sueltas pero en orden, infatigables, unas detrás de otras... letras que unidas al teclear se leen y dan sonidos que se estructuran por un segundo en el aire, y comienzan a correr, a tomar formas que se hacen y se deshacen como persiguiéndose, apoyándose, entre los ínfimos recovecos del aire y el tiempo...
Tocar este teclado como si fuese un piano.
Un ingenio que la tocara a ella como la toca un día la felicidad concreta, pequeña, y si, pasajera también, pero real, de topar con una máquina de hacer pompas de jabón.
Si yo llegase a construirla, la llamaría el Bubbl-o-matic.
Hoy he visto una mosca vestida de boda y una mantis con un sacacorchos. Ha pasado de largo sin darse cuenta de que casi la piso. Por eso me he apresurado en llegar a casa. Me he dicho: hay que darse prisa, mira por donde van estos ya.
Y entonces, veo que alguien he puesto a mi bailarina imantada una cola de lobo, y sé que en cuanto intente bailar, no podrá con ella y la inercia la tirará al suelo.
La verdad ¿cuánto tiempo le habrá llevado a la mantis…
Luego abro la boca, y digo algo que te sorprende, tu abres un momento los ojos más de lo habitual y yo siento como cuando estoy buceando y pasa una ola.
Pero Dios nos hizo de un barro lleno de miles de arañas muertas.
He estado a punto de traer un mecano a casa, con la idea de construir una máquina de hacer pompas de jabón. De esas que se van volando y que convierten por un momento la realidad en algo mágico, de esas que vuelven locos a los niños que las persiguen y las protegen apartanto todo cuanto sea posible de su camino, o van y las explotan sin saber realmente por qué.
Al final no me traje el material. Me di cuenta de que una vez terminada la máquina apenas saldría por ahí a utilizarla un par de veces, y por otro lado, de que lo que me importaba tanto, no era tanto la máquina en si como la actitud de querer construir una máquina de hacer pompas de jabón.
Entonces me pregunté si no había otra manera de hacer la máquina de hacer pompas de jabón. Lo único necesario era la actitud que uniendo elementos convencionales, producidos en serie o inventariados, del mismo modo que bielas y tornillos para construir una máquina de hacer pompas de jabón, uniendo por ejemplo, líneas determinadas, colores, palabras que vienen en los diccionarios sueltas pero en orden, infatigables, unas detrás de otras... letras que unidas al teclear se leen y dan sonidos que se estructuran por un segundo en el aire, y comienzan a correr, a tomar formas que se hacen y se deshacen como persiguiéndose, apoyándose, entre los ínfimos recovecos del aire y el tiempo...
Tocar este teclado como si fuese un piano.
Un ingenio que la tocara a ella como la toca un día la felicidad concreta, pequeña, y si, pasajera también, pero real, de topar con una máquina de hacer pompas de jabón.
Si yo llegase a construirla, la llamaría el Bubbl-o-matic.
Hoy he visto una mosca vestida de boda y una mantis con un sacacorchos. Ha pasado de largo sin darse cuenta de que casi la piso. Por eso me he apresurado en llegar a casa. Me he dicho: hay que darse prisa, mira por donde van estos ya.
Y entonces, veo que alguien he puesto a mi bailarina imantada una cola de lobo, y sé que en cuanto intente bailar, no podrá con ella y la inercia la tirará al suelo.
La verdad ¿cuánto tiempo le habrá llevado a la mantis…
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