La primera noche es extraña, se duerme mal.
Le segunda es algo mas calmada, viene la vida y la tomas.
La tercera buscas refugio, amigos, copas, música alta. Porque la temes llegar… pero pasa.
La cuarta te atreves incluso a esperar saber algo.
La quinta igual ya lo sabes.
Para la séptima ya habéis hablado de que igual no pasa nada si os veis, tomar un helado, una tapa, ir a una exposición…
Pero cuando la noche llega, te ha llamado para decir que es mejor no verse, que va a pasarlo mal y prefiere asumir que ya no estás.
Cuelgas pues con la séptima noche por delante.
Entonces tu que te desenamoraste, tu que tomaste la decisión, tu que pusiste fin a esta crisis de un tajo certero… te das la llorrera. Te intentas aguantar, pero que va: al final lloras. En el silencio de tu casa, con una copa en la mano y un pitillo que encendiste nerviosamente al verlo venir… lloras como un niño por lo que crees saber renunciar como un hombre.
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