Siento que este año va a partir como un témpano de hielo que se desprende del continente. No ha sido un año fácil. Ha tenido muy buenas pero también muy malas experiencias. Dicen que el dolor te envejece, yo a veces pienso que te rejuvenece: te devuelve a esa sensación original de estar vivir un mundo enorme e incomprensible, te recuerda que no eres menos frágil que cuando eras niño. Te estampa en la cara tu ingenuidad y tu torpeza. Es un año ante el que no sé qué decir. Simplemente puedo contemplarlo, en silencio, alejándose en el mar helado del tiempo para derretirse, por fin, bajo el sol de una nueva primavera.
Feliz Año 2009. No olviden abrocharse los cinturones. El viaje, siempre, acaba de empezar.
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