Voy a llamar al fondo de la tierra para decirles que dejen de remover la lava bajo el agua que esta noche iba a manar en vano en la poza que hay cerca del aeropuerto.
Voy a llamar a los micróbios del azufre, para decirles que hoy no dotarán tu piel de esa tersa y fétida suavidad.
Voy a llamar al frío para decirle que puede continuar su marcha, porque hoy no vamos a perdernos entre los vapores que levanta tamizando rincones en la oscuridad.
Voy a correr la voz entre los fantasmas del camino, para avisarles de que hoy no escucharán la curiosa conversación de dos viajeros desconocidos.
Voy a echarme al cálido y generoso sol de esta tarde con un libro y a disfrutar de mi último pitillo como si esta maravillosa tarde de Mayo fuese cualquier otra tarde de Mayo sobre el Mundo.