Hoy he terminado por fin Viaje al fin de la noche. Muchos años me ha costado empezarlo. 15 años, quizá, para sentirme listo para la cita que pospuse todas las veces que leí la primera página a hurtadillas en casa, tomándome un momento en las librerías, o al pasar por la estantería de alguna casa ajena de alguna casa ajena, y luego volverlo a meter como si nada,… hasta convertir aquello en una de esas estrofas que se me ha grabado en el corazón, junto a una frase que un día me sopló mi hermana – solo las últimas palabras , las primeras confesó que no las recordada- o el Ver Sacrum de Klimt -a veces un título basta-… Palabras que te esperan en el costado de una chapa o en la primera página de Viaje al fin de la noche, y se me ocurre ahora, quizá, en rincones por donde quizá jamás vaya a pasar. Quizá las tengas tu más cerca que yo, quizá estén ahora mismo ahí detrás en la estantería, o en la mesa del vecino, dos plantas sobre tu anónima cabeza, o quizá sea yo quien tiene las tuyas por aquí, quizá incluso ya las haya leído, las que esperaban para ti, mudas a mi paso... o sordo yo a su fuerza.
Camino de la estantería –este se queda conmigo, papá, no te lo pienso devolver-, he abierto el libro por cualquier página, recorriendo simplemente los campos de letras en diagonal, saboreando las hebras de su murmullo… ahora que además podía reconocerlo. Entonces he pensando que es uno de los libros mejor escritos del mundo. Y eso que no lo he leído en francés.
No se si es un buen libro, ni qué coño quiere contar, ni siquiera cuánto daño me ha hecho, tal y cómo Louis-Ferdinand Céline advierte desde el principio. Es uno de esos libros que no sabrías muy bien explicar de qué van: La historia de un miserable, contada un lenguaje tan amargo como hermoso. Si. Tanto. Enormemente. Descorazonadamente. Luego me he puesto a lavar los platos, disfrutando del agua caliente al chorrear con la mugre entre sobre mis manos y de ese burbujeo interior, parecido a las ganas de llorar, que me produce la exposición prolongada a las cosas muy bellas.
Camino de la estantería –este se queda conmigo, papá, no te lo pienso devolver-, he abierto el libro por cualquier página, recorriendo simplemente los campos de letras en diagonal, saboreando las hebras de su murmullo… ahora que además podía reconocerlo. Entonces he pensando que es uno de los libros mejor escritos del mundo. Y eso que no lo he leído en francés.
No se si es un buen libro, ni qué coño quiere contar, ni siquiera cuánto daño me ha hecho, tal y cómo Louis-Ferdinand Céline advierte desde el principio. Es uno de esos libros que no sabrías muy bien explicar de qué van: La historia de un miserable, contada un lenguaje tan amargo como hermoso. Si. Tanto. Enormemente. Descorazonadamente. Luego me he puesto a lavar los platos, disfrutando del agua caliente al chorrear con la mugre entre sobre mis manos y de ese burbujeo interior, parecido a las ganas de llorar, que me produce la exposición prolongada a las cosas muy bellas.
3 comentarios:
Nihil fue el primer post tuyo que yo leí, ¿te lo puedes creer? Hace ya cinco años. Cómo pasa el tiempo, Golfo.
Espero que estés bien. Un besote en el cogote.
"Luego me he puesto a lavar los platos, disfrutando del agua caliente correar con la mugre entre sobre mis manos y de ese burbujeo interior, parecido a las ganas de llorar, que me produce la exposición prolongada a las cosas muy bellas."
Una imagen preciosa, me ha encantado...
veo que no soy la única que ha cambiado la aparencia del blog, sigue así ; )))
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