lunes, 31 de diciembre de 2012

Ha sido 2012


            Este año no ha sido un mal año. Es decir: ha sido un año terrible, lleno de dificultades y hoy día no puedo decir que mi vida sea en absoluto estable. Ha sido el segundo año de una nueva vida que no acaba de asentarse realmente y que por ahora no es más que un millar de frentes abiertos en la batalla por una vida estable, unos proyectos posibles, una manera de vivir -ahí es nada-... No ha sido un año de conformidad.  ¿Quién firmaría el recibo de lo que está ocurriendo?... No, Ha sido mucho más que eso. En mi memoria se agita una nueva generación de recuerdos como los hijos de cien primos de en un martes de cumpleaños. Ha sido un año de siembra en una tierra desconocida. Removida por escarabajos y lombrices desconocidas, entre las viejas raíces de plantas desconocidas, que agitan sus ramas al paso vientos a los que he tenido que acostumbrarme y se aplastan al paso de bichos de los que solo había oído hablar en los libros…  sin hablar de la polinización, los zorros cruzando las plazas en la noche, los conejos en bicicleta...   todo, todo nuevo en la jungla de siempre que es la vida. Y como en toda siembra, no ha dejado de haber momentos de distracción y escapada, de diversión, de baile y música en los sótanos del ruinoso caserío del mundo conocido (el mundo que nos prometieron, esa chatarra por contrato, en la que ahora muchos sembramos), o de sentarse en el tejado al atardecer y preguntarse cómo cojones...  Hemos bailado al borde de canales y hemos lanzado botellas contra las murallas de los museos.  Hemos cantado bajo la lluvia de todos los días de Julio como si el cielo se nos fuera a caer en nuestras cabezas.  Y por la mañana, después de un dulce remoloneo entre las sábanas -el reconfortante olor de las madrigueras abierto al aire fresco que cruza por el jardín y nos pilla abrazándonos-, no han estado mal los desayunos, ni hemos renunciado al placer de lavarnos como perros, para, en fin, a la hora, volver sobre la siembra se la nueva tierra y el asombro de los “buenos días” pronunciados por primera vez en viejas lenguas a las puertas de otras-panaderías-de-toda-la-vida. 
            Y si no he escrito mucho, podéis culparme, no es que yo esté tranquilo, pero se bien que el polvo de la jarana abonará en 2013 el vacío de la hojas en blanco. 

              Feliz 2013. Te deseo, a ti que lees, prosperidad, amor, salud, diversión y coraje. 
              Y en verdad a los que no leen también.

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