Este año no ha
sido un mal año. Es decir: ha sido un año terrible, lleno de dificultades y hoy
día no puedo decir que mi vida sea en absoluto estable. Ha sido el segundo año
de una nueva vida que no acaba de asentarse realmente y que por ahora no es más
que un millar de frentes abiertos en la batalla por una vida estable, unos
proyectos posibles, una manera de vivir -ahí es nada-... No ha sido un año de conformidad. ¿Quién firmaría el recibo de lo que está ocurriendo?... No, Ha sido mucho más que eso. En mi memoria se agita
una nueva generación de recuerdos como los hijos de cien primos de en un martes de
cumpleaños. Ha sido un año de siembra en
una tierra desconocida. Removida por
escarabajos y lombrices desconocidas, entre las viejas raíces de plantas desconocidas,
que agitan sus ramas al paso vientos a los que he tenido que acostumbrarme y se aplastan al paso de bichos de los
que solo había oído hablar en los libros… sin hablar de la polinización, los zorros cruzando las plazas en la noche, los conejos en bicicleta... todo, todo nuevo en la jungla de
siempre que es la vida. Y como en toda siembra, no ha dejado de haber momentos
de distracción y escapada, de diversión, de baile y música en los sótanos del
ruinoso caserío del mundo conocido (el mundo que nos prometieron, esa chatarra
por contrato, en la que ahora muchos sembramos), o de sentarse en el tejado al atardecer y preguntarse cómo cojones... Hemos
bailado al borde de canales y hemos lanzado botellas contra las murallas de los
museos. Hemos cantado bajo la lluvia de
todos los días de Julio como si el cielo se nos fuera a caer en nuestras
cabezas. Y por la mañana, después de un dulce remoloneo entre las sábanas -el reconfortante olor de las madrigueras abierto al aire fresco que cruza por el jardín y nos pilla abrazándonos-, no han estado mal los desayunos,
ni hemos renunciado al placer de lavarnos como perros, para, en fin, a la hora, volver sobre la siembra se la nueva tierra y el asombro de los “buenos
días” pronunciados por primera vez en viejas lenguas a las puertas de otras-panaderías-de-toda-la-vida.
Y si no he escrito mucho, podéis
culparme, no es que yo esté tranquilo, pero se bien que el polvo de la jarana
abonará en 2013 el vacío de la hojas en blanco.
Feliz 2013. Te deseo, a ti que lees, prosperidad, amor, salud, diversión y coraje.
Y en verdad a los que no leen también.
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