viernes, 26 de marzo de 2004
La primera y la última vez que la vi yo estaba apoyado sobre un escenario que me llegaba por la barbilla.
Ella estaba a escasos dos metros de mi. Veía toda su silueta a contra luz dentro el aura del vestido blanco que llevaba, a excepción de la guitarra (la jazzmaster de mis sueños), y su cara iluminada desde no se sabía donde, y cuyos ojos, pintados con una oscura coquetería, no me miraron nunca. Cantaba con esa voz que tiene ella, que es mágica porque podría ser la voz de cualquier mujer a la que se le pida que cante con su voz… que chille sin miedo, y tocaba la jazzmaster como solo ellos saben tocar, como nunca había visto y quizá nunca vuelva a ver, sin método aparente, ni ortodoxia, ni academia, sin respeto como solo se puede prescindir del respeto cuando se folla con amor verdadero, y bajo la luz de esa técnica misteriosa salida de las tripas de los garajes y las aceras y la electricidad que corre por todas las espaldas de la adolescencia.
Mientras yo sentía la música atravesarme la entrañas, el alma vibrándome las células con su mimoso efecto Joule, y el calorcito del licor que nos habíamos traído de nuestra expedición a las tripas de aquel palacio de congresos, gracias a que si bien habían apagado las luces del resto del edificio, no había cerrada ni una sola puerta, lo cual incluía la cafetería y una azotea a la que salimos a fumar unos pitillos como dos astronautas a la noche de un extraño planeta.
Así, con la barbilla apoyada sobre el escenario, agradecía aquello al dios en que no creo,
y observaba en una especie de disonancia ocular que dan los momentos felices, esa bizquera interescalar que me hace poder ver un cuerpo entero al mismo tiempo que me voy fijando en detalles como su boca al cantar rozando la tela metálica del micrófono o la musculatura de sus piernas a contraluz o sus dedos doblando cuerdas o a las venas que corrían bajo la piel de sus pies, y que me hacían desearla más y más profundamente hechizado por el misterio de una mujer algo más madura que yo, por cuya historia me hago un montón de preguntas que, no se si por instinto depredador o por una sincera curiosidad que se me va a la piel, siento que podría responder si la vida me dejara perseguirla hasta el final, al menos por una vez, como si al poseerla a ella fuese también a poseer los días que lleva dentro y que ya nunca viviré (sus años de instituto, la época en que imprimían los carteles en fotocopias con recortes de cristos y lavadoras, los ochenta, los noventa avanzando como los cables y pedales corren todavía imparables por la moqueta del salón donde también juega su hija), lo que hay detrás de esa sonrisa a media luz, hasta el secreto de las cuerdas que vibra y retuerce estremeciendo el aire de mis pulmones en este mismo momento.
Hoy por una página web me he enterado de su nombre
Se llama “Kim”…
'Cross The Breeze
[Kim]
Let's go walking on the water
Come all the way please
I wanna know
Should I stay or go?
No need to be scared
Let's jump into the day
I wanna know
I think I oughta go
Close your eyes and make believe
You can do whatever you please
I wanna know
I think I better go
Let's go walkin on water
Now you think I'm Satan's daughter
I wanna know
Please let me go!
Just too quick
Now I think I'm gonna be sick
I wanna know
Should I stay or go?
I'm trying for the future
It's funny that way
I wanna know
I wanna know!
I took a look into the hate
It made me feel very up to date
I wanna know
Should I stay or go?
Hold me tight, down on my knees
So I don't go burning 'cross the breeze
I wanna know
I wanna know!
I wanna know
Should I stay or go?
Burning 'cross the breeze
Burning 'cross the breeze
Burning 'cross the breeze
…Kim.
miércoles, 24 de marzo de 2004
Esta noche no se qué cenar. Estamos en alerta roja, solo queda pasta, sal, especias y ajo, pero estoy harto de pasta. Así que me acuerdo relamiéndome los labios de aquella sopa de pescado que mi madre quiso hacerme el día en que volví.
Abro el congelador, saco el tapergüé y compruebo que esta ahí el bloque blanco dentro perfectamente petrificado. Mmmmmm. Lo miro como si tuviese rayos equis en los ojos no viéndome sino a mi mismo media hora después comiendo sopa caliente delante del telediario.
Mientras descongela aprovecho para darme una ducha.
Cuando vuelvo todo limpito y con el pelo aún mojado, saco el taper del microondas, lo abro y encuentro que el bloque blanco se ha convertido una pasta bastante densa, los bordes están muy esponjosos y depsiden un intenso olor a pan recién hecho. Por supuesto ni rastro tropezones de pescado por más que la remuevo con un tenedor... la esperanza es lo último que se pierde.
¿De quien coño será este potingue?¿que ha pasado con la sopa de mi madre?¿pero me hizo realente la sopa?¿o al final le dije que no?... ¿será para hacer pan o para hacer pizza?
Dejo el tenedor ahí clavado con una nota que dice: “perdón, he descongelado esto creyendo que era sopa de bacalao.”
Algo me decía que esta noche acabaría cenando en la chaguarmería.
martes, 23 de marzo de 2004
Que grite, incluso, por si a alguno le ha venido la sordera intempestiva.
"Itaca"
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante tí los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
Aristopoli!
domingo, 21 de marzo de 2004
viernes, 19 de marzo de 2004
Mi vida con Chaplin
Hoy he visto a Chaplin, acabo de verlo hace media hora, pero ya no era Chaplin, sino un tio que aparentaba estar cabreadísimo chuleándole al público que se amontonaba a su alrededor apartándose cuando él se les acercaba gritando con los pantalones arremangados y una flor en la solapa. Me ha sorprendido verlo gritar ahora que no es Chaplin, con esa voz que nunca pensé que llegaría a oirle, probablemente la misma voz con la que me contaba su novia que le gritaba cuando se peleaban mientras fumábamos en la cama.
Si, yo le robé la novia a Chaplin. Del mismo modo que más tarde me la robaría a mi un mierda cuyo nombre me alegro de no saber... bueno, del mismo modo o casi, porque cuando ella me dejó yo sabía al menos que el infeliz con el que me sustituía aún no sabía que era el elegido para sustituirme.
Chaplin me odia y lo comprendo.
No le guardo rencor por ello, yo también odié, aunque quizá menos... Si tan solo pudiese intentar explicarle que no fui yo el que se la robé, sino ella la que probó mi carne y decidió que ahora yo le divertía más, como quizá él no sabe que hizo más tarde conmigo cuando encontró un pardillo que le hizo más gracia y decidió que yo ya le había sido suficiente.
...Aunque no se de que le querría convencer.
Hoy he visto a Chaplin, que quizá me odia y no le culpo. Y el que ya no fuese Chaplin, no ha impedido que deseara invitarlo a un café y charlar de todo esto y de más cosas, porque yo se que Chaplin es un tio que vale, que, como yo, es mil veces mejor que ella, y sincerarme con él y decirle que lo comprendo, que sé lo que es, quizá hasta confesarle que me siento unido a él, paradójica pero irremisiblemente, por la mujer que nos enemistó sin conocernos.
Que los dos hemos sangrado por la misma herida.
Y alegrarnos riendo de no estar todavía bajo el hechizo de esa niñata tan fresca y terriblemente hermosa, que reía por todo y nos miraba con inmensa ternura para que la disculparamos por robar y romper cosas por la calle, divertirse y jugar a cualquier juego con tal de no aceptar que lo que ella llamaba libertad no era más un egoísmo impresionante.
Hoy ve visto a Chaplin, pero no me he podido detener porque llegaba tarde. A la vuelta me he dado prisa, pero Chaplin ya no estaba allí.
miércoles, 17 de marzo de 2004
Cuando era pequeño, me daba por agitar las manos delante del televisor como saludando a la imagen que había dentro… al menos eso debía pensar mi madre si me vio alguna vez, igual que cuando “saludaba” a los tubos fluorescentes de la cocina con la misma cara de seria curiosidad infantil.
Lo que me fascinaba era ver a contraluz el movimiento de mi mano fragmentado: Cincuenta veces mi mano translúcida, irreal, una mano que era la mía que seguía a otra que también lo era, y a otra y a otra y a otra… como las piezas de un abanico. Cuando intentaba lo mismo con bombillas esto no ocurría, ni con la luz del sol. Había algo que me molestaba en aquello, sin embargo no podía dejar de hacerlo cada vez que veía un nuevo tubo fluorescente...
Pensé que quizá fuese el único al que le pasaba, del mismo modo que me preguntaba a veces si el azul, por ejemplo, era a los ojos de los demás el mismo color que yo veía… lo cual no se podía comprobar porque siempre llamaríamos “azul” al mismo color que tuviésemos delante fuese el que fuese.
Llegué a cuestionarme hasta mi aspecto físico y el de los demás (en verdad todavía lo hago), pero esa es otra historia que ya superé, y si aún se me viene aún a la mente es solo como pregunta sin respuesta, otra cuestión fetiche y divertida para quien le apetezca rayarse un rato sin sufrir demasiado la radiante incertidumbre que es estar vivo. De esas tengo muchas, ya hablaremos de ellas algún día si os apetece.
Por si acaso, hasta hoy he intentado evitar pasar mucho tiempo bajo la luz de esos tubos fluorescentes, después de comprobarlos disimuladamente… “Me da a mi que esta luz es discontinua”, me digo agitando la mano a contraluz como quien no quiere la cosa, y propongo salir, trabajar en otro sitio o buscar otra luz con cualquier excusa con tal de no tener que explicar mi miedo a ver la realidad solo la mitad de los segundos que paso mirándola.
Por lo visto, lo de los tubos fluorescentes y lo del monitor que tienes delante (frente al que probablemente tienes la tentación de agitar la mano en este mismo momento), no era mi imaginación (ni, por ende, la tuya): se llama efecto estroboscópico y es algo parecido al principio de la televisión (50 imágenes por segundo, el ojo humano no capta los vacíos), lo cual me tranquiliza un poco, pues ya he pasado tantas horas delante de ella que si fuese nocivo quizá debería haber muerto ya cuando veía a la bruja Avería.
Aunque si sigo sin fiarme de los fluorescentes, ya se que para evitar este efecto no hay más que ponerle balastros electrónicos, o balastros distintos (¿ba… qué?) o alimentarlos con un suministro trifásico.
No, si las dos mil pelas de apuntes van a servirme al final para algo…
...En cuanto a la tele… hoy por hoy de esa... ¿quién se fía?
...(mmm…¿vendrá “balastro” por aquí?...mmm…ya decía yo… ¿y si me tomo otro café?)
lunes, 15 de marzo de 2004
Bajo del tren y me encuentro un día que debería parecer nuevo de alguna manera, pero solo me sorprende el frio y el cielo gris. Más tarde, bajo de un autobus y lo primero que me encuentro es una sábana con una inscripción en letras negras:
"qué está pasando"
Y me doy cuenta que mientras yo ardía de curiosidad por saber cómo estaba reaccionando esta ciudad, la ciudad se estaba haciendo las mismas preguntas que yo.
Así que me tranquilizo... puedo llevar tranquilo esta cara de perplejidad (que por otro lado llevaba oculta desde hace tiempo ya).
La verdad: no puedo quejarme de los resultados... solo me espanto por mecanismos.
jueves, 11 de marzo de 2004
Esta mañana has dejado que te recoja en la facultad, me has oído darte los buenos días y contarte lo grande que me parece todo en Barcelona, y la risa que me ha dado el inmenso falo de cristal que Jean Nouvel os ha colocado ahí en medio... has dejado que pida los cafés, que elija un asiento junto a la ventana, has esperado a que le de un bocado a la napolitana y un sorbo al zumo que te has traído de casa también para mi... hasta que mientras te miraba masticando tranquilo y sonriente me has dicho por fin:
Ha habido un atentado en Madrid, 125 muertos creo, en la estación de Atocha...
Entonces, sin dejar de escucharte, por el rabillo del ojo he mirado fuera y me he dicho:
“el cielo parece un fluido azul pero no es más es un tremendo vacío, lo veo azul pero es solo vacío, el cielo no puede romperse así.”
Y cómo mi napolitana no me quita las nauseas.
Ni el café un cansancio repentino, casi un deseo de estar cansado, como si hubiese amanecido demasidado pronto hoy.
Y he bajado los ojos por temor a que veas lo que puedo llegar a pensar en estos momentos: El Odio que muchos llevan dentro provoca dentro de mi un odio tal, que siento mucha mucha vergüenza.
Quizá eso sea lo que se llama vergüenza ajena: quizá hay tanta vergüenza en el mundo que de no poder corroer a unos pocos hasta consumirlos de una vez por todas... se tiene que repartir entre todos, junto a la miseria, la cobardía y la mezquindad, hasta sentir sin ser los culpables cómo la mierda nos asoma por las orejas y por los ojos hasta escocernos. Y me da vergüenza que no me escuezan los ojos realmente, que el cielo no se pueda romper para solidarizarse con esta mañana límpida e inservible.
No quiero comments en este post.
domingo, 7 de marzo de 2004
No se si os habréis dado cuenta de que hace un tiempo que ya no os comento tan a menudo, que he dejado de aparecer aquí y allá, como Golfo si faltara, como si algo lo hubiese callado…
¿enfrascado en su trabajo? –No, aún no me dejan y luego veréis por qué-
¿abducido por una noble saga de extraterrestres? -No
¿raptado por una bella y perversa científica y sus epatantes experimentos de ingeniería poética? -No, una lástima quizá, pero no- ¿amansado definitivamente por el Terrible Ejército de los Carcamales o tal vez algo peor?...
No, no, nada de esto, tranquilos, confiad en mi: puedo explicarlo todo…
Debido a una enfermedad me vi enclaustrado un mes entero en casa de mis padres. Como se me da muy mal andar vagueando como un gato encerrado por toda la casa, muy pronto decidí ponerme en activo, pero por otro lado aquello de estar enfermo no me daba muchas ganas de trabajar (además el médico prohibía someterme a grandes tensiones de trabajo), así que, en semejante situación de cautividad y falta de inspiración no me quedó más remedio que consagrarme por entero a los lujos inefables de la adsl…
Mientras me bajaba toda esa música, trasteaba con el html, pero solo lo que mi inconstancia característica me permitió, hice un poco el ganso, escribí algunas cosas como vosotros mismos leísteis y otras que no habéis leído pero que quizá un día deje caer por aquí… Pero, sobre todo, navegué sin parar como nunca había navegado antes, no de un página a otra como un pato mareado en un mar de información que casi nunca es la que busca (o sea, lo que he hecho el 70% del tiempo de mi vida que he pasado en Internet), sino leyendo ávido en cada paso, sintiendo el mar empujando bajo mis pies cada vez página a página, meciéndome, pasando horas y horas leyendo en este laberinto sin intentar resolverlo, solo por recorrerlo, solo por perderme en él, deleitándome en cada esquina, dando vueltas en círculos y pasando mi mano por las paredes más o menos lisas, más o menos desconchadas, hundiendo mis dedos en el barro, dejando señales aquí y allá… si, exacto, me lancé de lleno al océano de los blogs.
Ya no estoy en casa de mis padres, no tengo adsl, no tengo ni siquiera Internet (en verdad ni línea)… así que habréis notado como ya no os comento diariamente, ni, como ocurría en ocasiones, varias veces en un mismo día (según ese fenómeno que convierte los comments, por unas horas en un chat que luego se queda ahí flotando como la transcripción de un teatrillo momentáneo en el que los personajes nunca se vieron las caras… Hyperteatro). Nunca he comprendido tanto el sentido de la palabra hipertexto como al descubrir el mundo de los blogs… esta especie de comunidad metaurbana que se teje uniendo locamente columnas de folios que se crecen dia a dia… es fabuloso. Y engancha. Vaya si engancha.
Pero aunque os parezca que ya no esté allí o al menos no tanto como he estado durante un mes. No he desaparecido: sigo aquí, os leo aun, y trato de escribir y procuro traer cosas para publicar.
Os leo cuando en los intermedios de clase en los que me refugio en el aula de informática (aprovecho para exponer la base de mi insociabilidad en la escuela, se trata de una pregunta existencial: ¿de qué habla la gente en los intermedios de clase?)…
Os leo cuando me cuelo con mi diskette en los cybers, con un post que me he preparado en casa, a lo mejor cinco minutos antes de que cierren... como en los viejos tiempos, cuando golfo era un bloggero más novato, más ingenuo (si, increíble pero cierto, aún más), más discreto y completamente desconocido.
Sigo escribiendo, que es lo importante, al menos para mi que adoro escribir, y voy siempre con mi diskette en el bolsillo o mi pendrive, por si las moscas, donde no solo llevo mis garabatos sino que a veces me bajo alguna de vuestras páginas para leerla en casa con tranquilidad.
Sigo e-vivo, aunque ahora no pueda armar tanto ruido.
Pero este mes pasado. Cada día frente al ordenador. Desayunando mi café mientras saltaba gimnásticamente de blog de uno de vosotros a blog de otro de vosotros, me lo he pasado como los indios en las pelis de vaqueros. Ha sido genial. Gracias.
Gracias por poblar este silencio que antes me parecía tan estúpido.
sábado, 6 de marzo de 2004
“Si te sientes incómodo puedes irte sin necesidad de que te bebas ese brebaje. Nadie se va a ofender, nunca me sentiré ofendida por nada de lo que hagas al seguir tus impulsos. Ya hay demasiada basura en el mundo para que tu te contamines de ella.”
Ante una mujer que te dice esto, de entrada te dan unas ganas terribles de amarla, de ser suyo al menos por una vez… para justo un segundo después sentir una gran desconfianza, al sospechar que esa libertad tan descarnada se le apagará un día con la rabia.
Una rabia que puede dibujarse con palabras es una rabia que no puede mantenerse mucho tiempo.
La rabia verdadera es algo que escapa a todo entendimiento invadiendo al mismo tiempo todo gesto, toda expresión, con esa luz tan especial.
Neruda, Lorca, Navokov, Gloria Fuertes, Kerouac, Nietzche, Cortázar, Antonio Soler, Miguelito Dávila, Dante, Lou Reed, Juan Navarro, Kurt Cobain, Reznor, Sonic Youth, Boris Vian, el Principito, los Pixies, Henry Miller… solo por darme el gusto de repasar unos cuantos nombres, pero la lista es interminable.
...Felizmente.
viernes, 5 de marzo de 2004
miércoles, 3 de marzo de 2004
"¿Es solo hoy porque yo estoy con vosotros, o suele ocurriros también que acabéis así callejeando indecisos de este modo?"
Al parecer, siempre que salen para tomar un café o una cerveza, o a sentarse en cualquier sitio a pasar la tarde, acaban dando vueltas sin rumbo, callejeando sin sentido por pura incapacidad de decidir el lugar donde habrían de tomar ese café, esa cerveza, o simplemente sentarse a pasar la tarde, bien porque ningún sitio parece suficientemente atractivo o bien porque todos los son. Me tranquilizó encontrar por fin, dos personas en el mundo a las que les ocurre lo mismo que a mi.
Hoy he salido para sentarme en alguna terraza para disfrutar a solas del ajetreo urbano. Mirar a la gente pasar y escribir algo quizá, o leer... como conseguí hacer, una semana que pasé el verano pasado, a solas en la ciudad. Sin embargo, he tomado calles y calles, enlazando plaza con plaza, prometiéndome una y otra vez parar en la próxima cafetería.
El resultado es que no he parado en toda la tarde, tubo al hombro por si me da por pasar por casa de algún compañero, lápiz y papel para, seguro, estaba en mi cabeza, escribir un poco. No he escrito nada y no me he acercado más que a un par de librerías, ambas a punto de cerrar, en lo que podría ser mi desesperado intento de dar sentido a la peregrinación urbana y no sentir que he echado una tarde entera por tierra. Hermosa expresión, ahora que lo pienso.
A veces tengo la impresión de que desde pequeños se nos inculca que, entre la gente que vemos andando por la calle, solo hay dos tipos: los que van a alguna parte y los que simplemente pasean.
Yo no hago ni lo uno ni lo otro. Pues no voy a ningún sitio pero tampoco paseo por el simple placer de pasear sino con una sensación de búsqueda, de ir en verdad a algún lado. Sensación que, aun pasando tres veces por el mismo sitio, aun trenzando atajos al azar, llevo en secreto como un perro escondido en el zurrón. Y así la siento tan real como el libro que llevo en el saco y que, lo sé, esta tarde ya no me voy a sentar a leer.
Quizá es mi forma de rebelarme ante ese supuesto de que en nuestra conciencia urbana colectiva solo haya dos caminantes posibles: los que van a algún sitio y los que pasean. De este modo, si se me observara en un plano de la ciudad, quizá llamaría la atención de los científicos al encontrar una hormiga que no trabaja ni se dedica al ocio, un individuo que no parece pasear tranquilamente ni seguir un rumbo lógico ni ir a pararse en ningún punto concreto. La hormiga rebelde, la oveja misteriosa, Golfo que tiene ganas de escribir y sale a la calle en busca de impresiones.
Al regresar siempre tengo una sensación de vacío, de estupidez supina: ¿que he hecho hoy? ¿qué he querido hacer?.. tantas personas pasan la tarde en una agradable terraza y yo no he sido capaz de detenerme en ninguna. Tantos lugares a donde ir cada día, tanto que hacer... y en suma no he ido a ningún sitio y apenas he llegado ha comprar un par de libros que ni siquiera eran los que pensaba.
Esperando el último semáforo antes de subir al Albayzin, esbozo una sonrisa cómplice en medio de mi soledad. Porque después de todas estas horas, llevo dos libros más en el bolsillo y quizá nunca habría llegado a ver a mi lado a esta chica que tiene unos ojos verde oscuro que merecen la tarde entera, los libros y los mil kilómetros de frases que se me han pasado por la cabeza mientras caminaba y que por más rápido que alcance a sentarme sobre el teclado, sé que nunca podré recordar. Subo a casa arrastrando esta extraña alegría de haber salido y la puedo confirmar por segunda vez cuando tras una esquina, me encuentro dos perrillos que me hacen fiestas dando saltos uno contra otro, mágica, tórpemente.