jueves, 5 de febrero de 2004

Aux Bus et vélos

7.15 de la mañana. Laura y yo tenemos la misma clase, pero solo hay una bicicleta. Lo echamos a suertes. Gano yo. A pesar de eso, intento cederle el puesto a Laura, pero su humildad y su sentido de la justicia apoyado en su mal humor mañanero, pueden conmigo. Laura sale 15 minutos antes para tomar el autobús. La espío hasta que dobla la esquina.
Cuando llega a la parada, me encuentra allí de pie con la bicicleta entre las piernas. ¿Qué haces aquí?, me pregunta estirando una sonrisa en su cara de sueño.
Más tarde, Laura baja del autobús para hacer el tedioso trasbordo y me encuentra otra vez exactamente como cuando me dejó en la otra parada pero sonriendo jadeante: ¿pero que cojones haces aquí? Vuelve a sonreír.
La línea G es lenta, da un gran rodeo, pero hay varios puntos que no son difíciles de unir con atajos: 10 minutos más tarde cuando Laura cabecea sobre el cristal de la ventana recibe un manotazo al otro lado. Veo a Laura reír, no puedo oír la risa pero se exactamente cómo suena.
12 minutos, al pasar por una plaza, Laura me ve en la otra punta poniendo una pose un poco ridícula, veo por el rabillo del ojo su risa sorda y un hombre en pie detrás de ella que me mira sin entender nada. Son las 7.55. tanto ella como yo llegamos tarde, pero ella ya no piensa en esto.
5 minutos, semáforo en la carretera que lleva directo a la escuela… luz verde, me adelanta. Laura ríe. Embotellamiento momentáneo. Adelanto yo haciendo una mueca absurda, y Laura se descojona dentro de su autobús. El hombre de antes sonríe, parece haber comprendido.
Laurea baja del autobús frente a la Escuela, me abraza riendo y dando saltos, casi bailando. Cruzamos la calle y entramos 5 minutos tarde al seminario de urbanística. Pero no importa porque ya hemos puesto el día de nuestra parte.

Cuento esta historia porque de algún modo explica la excitación un poco ridícula y pueril del post de ayer… Cuanto más limitadas y estrictas son tus posibilidades más feliz es encontrar un juego que te haga libre a pesar (y casi gracias) a ellas. La libertad la siento más al conquistarla. Yo, por lo menos. Quizá sea mi vicio por jugar. No se. Conocer todas las reglas del HTML me daría una libertad absoluta pero sin un juego por descubrir… no digo que nos sea mejor pero sería exactamente igual que si aquella mañana hubiésemos tenido dos bicicletas.

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