lunes, 5 de abril de 2004

Anoche me ocurrió algo estúpido

Eran las dos menos algo de la mañana, justo después de que la terrible, peligrosa y bellísima científica me diera calabazas. Andaba yo blogeando por la blogosfera en el silencio de la noche, con ese típico "leo uno más y me voy", que ya seguro que habeís sufrido en vuestras carnes. Aunque en mi defensa he de decir que quiza esta vez no era por adicción blogera, sino por deseo de terminar de otra forma el día, de aliviar mi cerebro/corazón de sus rayamientos sentimento/mentales. Paso de un blog a otro hablando entremedias conmigo mismo, tirorí, bajo la flechita, tratándo de tomarme la vida con filosofía, ¿donde tendrá este los links? ...aquí... creo que ya he dicho alguna vez que navegar tiene un sentido pleno para mi en la jerga internetera desde que conozco los blogs.... mmm, este nombre parece sugerente... no como el mío que no podría ser más..., pero bueno, a ver, clic.
Se empieza a cargar un blog cuyo nombre no recuerdo pero que se reconoce porque tiene junto al título de cada post, un gif animado de bola de dragón. Al menos eso veía yo, como única caracteríatica destacable, mientras cargaba, lentamente, hasta que de pronto me lanzo sobre el ordenador buscando desesperado; uno de esos HP que no tienen control de volumen externo, manual, o como quieran llamarlo: simple y llanamente accesible con la mano, por más que busco, por más que pincho donde el altavocito amarillo, por más que pulso el cursor hacia abajo (según las instrucciones los ingenieros de HP, se han ocupado de que solo con los cursores puede uno controlar el volumen de la máquina... siempre y cuando -esto no lo dicen la insrtucciones- la máquina no se haya parado a pensar)... y vuelvo a pasar la mano insistente desesperado por el frontal y los costados del ordenador.
Finalmente, pongo el dedo en el botón de encedido apretando fuerte y esperando los eternos 3 segundos que el ordenaodr reciba la orden (muerte imbecil, apágate, maquina del demonio). Y se apague, ahogando el zumbido de su pequeño ventilador... fiuuuuh.
Todo ocurrió en unos 7 segundos, y al grito de

¡la madre que lo parió!

...el mundo quedó de nuevo en silencio.
Y yo respirando aliviado en el sillón sin saber su había dicho aquello por el ordenador, por los brillantes ingenieros minimalistas de pacotilla (¿qué les hubiese costado poner un botoncillo más?), o por el cachondo que le había puesto esa música a su blog.

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