Hay pocas cosas más siniestras, barrocas y hermosas al mismo tiempo que las procesiones de Semana Santa.
La pasión rompiendo rodillas y hombros, la devoción llorando a saetas arrodillados frente a un muñeco de madera: El pecado de la idolatría y el politeísmo en toda su magnificencia. Repitiéndose, cada año, a orillas del mediterráneo, desde que el mundo es mundo. Egipto, Grecia, Roma, y otras tantas culturas que no se me ocurren o desconozco… ¿Qué religión ni qué niño muerto? Por dios, la religión no es más que el soporte para que esto sea posible, igual que Internet es el soporte para tantos y tantos blogs de gente a los que nos importa un carajo la informática.
Es simple y llana pasión humana, y en tal estado de concentración que casi se echaría a llover.
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