martes, 26 de octubre de 2004

Os voy a robar y os lo agradezco.

     Con escribir ocurre a veces lo mismo que con viajar… en esencia lo único necesario es el destino, es decir, si me encuentras uno, probablemente me dará más o menos igual cual sea, mientras haya un viaje que emprender hacia él.
     Viajar puede ser un estado de las cosas.
     Escribir, al menos para mi, también.
     Últimamente me siento unas ganas terribles de lanzarme sobre los teclados, o de desviarme de los apuntes en la próxima línea… pero no lo hago. Últimamente me ocurre como al protagonista de La muerte en Venecia: puedo sentir el gusanillo del viaje, esa necesidad casi existencial de partir hacia alguna parte… y podría pasarme horas y horas hablando de esta sensación, sin llegar a ningún sitio. Cambiando la palabra “viajar” por “escribir”, esta es más o menos la sensación que yo experimento: me falta el destino.
     A falta de él, salgo a la calle, estoico, paseo con las manos cargadas de electricidad, me entrego al alrededor, veo películas, escucho en la música y en los silencios, leo libros, carteles, reversos de cereales, papelotes... blogs… Observo lo que otros hacen, sus destinos, sus huellas al pasar, su estado de pérdida, lucidez, o estancamiento más o menos inconsciente. Parto desde un link y voy pinchado links en otros blogs instintivamente, así paso de uno a otro, sin parar, solo puedo salir hacia delante, navego (nunca he navegado en mi vida como con los blogs, ellos me han hecho experimentar el verdadero significado del término), giro, me detengo, doy vueltas a veces, sin querer incluso, me pierdo, queriendo siempre, intento pasar de un barrio a otro (pues los hay, no se cómo pero veo que hay especies de barrios de blogs, familias, territorios comunes organizados por simpatías e hiperenlaces), a veces no es fácil, otras demasiado. Tu rastro es difícil de seguir. Según la rugosidad, resbalo o me adhiero por un rato. Veo cosas que me gustan, cosas que me invitan, que me excitan, un lugar, el ágora haloscan… a veces solo doy una señal, y otras me arranco a escribir porque lo que he leído dice abajo “comenta”, y yo, ni corto ni perezoso, pues comento. Pasa el tiempo y las teclas, los dedos se me sueltan… a veces más de lo esperado: así me sorprendo a mi mismo contando mi vida, dando la tabarra, soltando cosas que incluso puede que no tengan nada que ver con el post que lo ha provocado, me sonrío sin parar de escribir con una divertida sensación de ridículo… “se que no tiene nada que ver, pero no voy a pararme ahora que he roto a escribir”. Y esto es importante. Por lo menos, divertido.
     Hay comentarios que me dan la sensación de que por si mismos podrían contar algo, comentarios que me gustan por lo que tienen de silvestre, de desarraigo, de apátridas, de rebeldía sobre el tema, o abuso del espacio público…. Me siento como haciendo dibujos en el aire con la vela que me dieron al entrar en el entierro. Presiento los efectos: unos me mirarán por el rabillo del ojo, sonriendo, otros me darían con gusto una gran patada en el culo.
     ...Más de una vez he pensado en robarme estos comentarios, en cortarlos y pegarlos al rato en otra parte, en no publicarlos sino como posteados por si mismos, y creo que voy ha hacerlo. De este modo, por un lado, despersonalizo un poco la relación posteado-comentado, y dejo que se escuchen más claramente las conversaciones ajenas, de las que todos hemos disfrutado alguna vez por casualidad en los autobuses y en los supermercados, en fin, las cosas increíbles que se oyen al pasar… , después de todo, esto es un espacio público, y por otro lado os libro de mi tendencia a soltaros un chorreón tan solo por que habéis abierto una grieta en mi laxitud.
     No quiero insinuar con esto que vaya uno a aprender con lo que yo escribo, (tampoco negarlo: me da igual) sino más bien ir disculparme, porque a partir de ahora, quizá tengáis más de un comentario menos (lo cual puede que os libre de perseguirme por las ramas quizá para cortarme mis alas de mosquito impertinente), y avisar que al mismo tiempo, no dejéis de daros por aludidos si alguna vez leéis aquí algo que de algún modo ya se os había pasado por la cabeza.
     Os pertenecerá, pero lo habré robado para los demás, por si pasan por aquí, porque será también mia. Es lo que tiene trabajar en equipo.
     Me gusta cambiar las cosas de sitio y ver qué pasa.


martes, 5 de octubre de 2004

On ne se voit pas dans la mer.

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