sábado, 23 de abril de 2005

Good night, my love, to all that’s pure that’s in your heart.
-The Smashing Pumpkins


    Contaba Javier Marías en “El hombre sentimental” la historia de un personaje que se pasa media novela intentando no desayunar porque se ha convencido de que mientras no desayune no abandonará completamente el territorio de los sueños.

    Escribo este post delante de un tazón de estrellitas con leche y colacao.

viernes, 15 de abril de 2005

Los evadidos

Boris Vian

Poco a poco las voces se disuelven cediendo el aire a un ritmo que comienza sin avisar… las escobillas rozan platillos con ese sonido pequeño pero implacable, el contrabajo tarda aún unos segundos en entrar, Boris no deja la trompeta sobre la mesilla, la mantiene en sus manos como si fuese sostener algo con ella, mira cómplice las manos del contrabajo, los ojos del batería, repasa al grupo que le devuelve una mirada expectante como cerciorándose de que la máquina puede despegar de un momento a otro… el coro tiene listo sus susurros en cursiva… Boris contiene la respiración y repasando por último el mar de cabezas y ojos y algunas rodillas que no pueden contener un movimiento discreto, se lanza sobre las palabras que le pasan por la mente como el mismo día en que las escribió…


IL a dévallé la colline
Ses pieds faisaient rouler les pierres
Là-haut, entre les quatre murs
La sirène chante sans joie


Il respirait l’odeur des arbres
Avec son corps, comme une forge
La lumière l’accompagnait
Et lui faisait danser avec son ombre


Pourvu qu’ils me laissent le temps
Il sautait à travers les herbes
Il a cueille deux feuilles jaunes
Gorgées de sève et de soleil


Les canons d’acier bleu crachaient
De courtes flammes de feu sec
Pourvu qu’ils me laissent le temps
Il est arrivé prés de l’eau


Il a plongé son visage
Il riait de joie ; Il a bu
Pourvu qu’ils me laissent le temps
Il s’est relevé pour sauter

Pourvu qu’ils me laissent le temps

Las trompetas se deslizan en sonidos largos y graves,
Une abeille de cuivre chaud
L’a foudroyé sur l’autre rive
Le sang et l’eau se sont mêlés

Il avait eu le temps de voir
Le temps de boire a ce ruisseau

tan bajos que pisan los talones,
Le temps de porter à sa bouche
Deux feuilles gorgées de soleil


o irrumpen breves y agudísimos aullidos

Le temps de rire aux asassins
que harían temblar años después
Le temps d’atteindre l’autre rive
al pequeño David Lynch que en ese momento, en algún lugar de Montana
Le temps de courir vers la femme
escapa de una casa abandonada

Il avait le temps de vivre.
…a lomos de su bicicleta.

martes, 5 de abril de 2005

Amar en Mercadona



    En presencia de alguien por quien estamos pillados se nos cambia a todos la voz, al menos a mi se me pone una voz de capullo que hasta yo mismo me sorprendo de escucharme de pronto con esa extraña calma, algo más grave, pero dulce, a medio camino entre mi voz habitual y un puro ronroneo.
    Iba yo por el mercadona (jajaja, acabo de prolongar la avalancha de visitas del google que ya estaba amainando desde el curioso incidente de la cajera misteriosa) buscando mis estrellitas cuando escucho esa voz de gilipollas que se nos pone a todos cuando estamos muy pillados por nuestro acompañante, pero algo distinta esta vez: qué bien canta, qué bien canta… escucho al pasar. Y cuando miro veo a un viejo abrazando por detrás a su vieja que camina distraída en su compra. La abraza con ese abrazo con que uno aprovecha para olerle el cuello de cerca, para pasarle la mano distraídamente por el ombligo o apretarle un teto en el camino hasta la axila, donde está caliente y húmedo. Mientras se sienten los homóplatos y los cachetes del culo tan real, como quien no quiere la cosa.
    Entonces he sentido el tiempo como una cosa vacía: yo, que mido el tiempo en intensidad, he sentido que las cuatro o cinco décadas de experiencia que me llevaban no habían llenado en nada el espacio que en teoría nos separa, virtud del cual yo soy supuestamente joven y ellos son supuestamente viejos… así como tampoco yo he conseguido llenar nunca el hueco que me separa hoy día de aquella niña que por fin se me dejaba agarrar a mis 16 años, y hundir mi erección entre sus nalgas mientras pasaban los tronos de la semana santa frente a nustras caras sonrientes de dicha… virtud del cual soy hoy joven y por aquel entonces un niñato, pero el mismo pringado de siempre, con esta voz de gilipollas con la que quizá algún día salte la cola a contracorriente para rescatar del olvido los sobrecaldos de una señora que canta mientras repasa indecisa las estanterías.

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