miércoles, 31 de agosto de 2005

La danse limasse sur le tôit en gres.

        Es difícil decidirse por una foto en concreta, cada una es como la pieza de un puzzle… se pueden coger todas y hacerlas pasar muy rápido por el ACDsee, a 0.5s por ejemplo, y componer entonces la vista de una persona en un movimiento anárquico sin igual: cerca lejos de pie tumbado perfil escorzo un avión... para eso hacen falta todas las fotos de la persona, incluso aquellas en las que no está: después de todo son sus fotos y todas aportan su parte a la danza inesperada.
        Hagan la prueba.
     Después quedan los tejados, si se dejan, porque no todos los tejados se dejan subir… allí efectivamente se puede fumar, aunque hace algo más de viento, pero el atardecer es más largo que abajo: el sol se pone por detrás de otros tejados, o por el horizonte mismo, si se tiene la suerte de vivir un poco más alto, en un edificio alto o en una colina, eso si se tiene, además, la suerte de vivir en una ciudad con colinas desde las que se mira a si misma como hacen las ciudades con colinas y lugares altos, desde donde a uno siempre le puede dar por imaginar qué estarán haciendo los demás ahí abajo, en el Resto de la Superficie del Mundo, o la cantidad sitios que nunca ha visto, lugares tan cotidianos como enigmáticos, como las torres de los aeropuertos, y pensar por la noche que seguro que los de la torre del aeropuerto no tienen más luces a sus pies. Consuelos tontos donde los haya pero no menos divertidos a la hora de echarse un pito en la soledad de los tejados.

martes, 23 de agosto de 2005

Collage au décalage (Técnica Mixta)

Alicia dice:
        Golfo

(…)

Alicia dice:
        ¡la luna!

(…)

Alicia dice:
        Qué luna, golfo… no la había visto… y ahora desde la torre, sobre el mar, entre girones de nubes, en la bahía.

(…)


        Golfo comenzaba a aparecer… primero cada una de las líneas verticales de su sonrisa, después sus ojos… pero para cuando pudo asomarse por estos era tarde y lo único que de Alicia alcanzó a ver fueron las últimas rayas de sus medias a rayas que una a una acababan por desaparecer.

Mmmmmmmmmm.

se dijo. Efectivamente, había una increíble luna redonda y brillante, como un pez abisal o un insecto orondo colgado de un hilo muy fino… pero sobre todo como una luna enorme, redonda y brillante.
Luego sacó un pitillo, lo encendió, y ahí se quedó fumando lentamente mientras pensaba qué hacer con las palabras que Alicia había dejado flotando en el silencio.

miércoles, 17 de agosto de 2005

Nihil

        Viajar es útil, hace trabajar la imaginación.
        El resto no es más que decepción y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. De ahí su fuerza.
        Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginación. Se trata de una novela, nada más que una historia ficticia. Littré, que nunca se engaña, lo dice.
        Y además todos pueden hacer lo mismo. Basta con cerrar los ojos.
        Ocurre al otro lado de la vida.

Louis Ferdinand-Céline, Viaje al Fin de la Noche


        Tendría yo 14 años cuando mi padre me dijo que esos no debía leerlos, señalando una fila en la biblioteca… porque esos, me explicó, son los libros de la angustia y el vacío. ¿Existencialistas?, pregunté cortándole. Si, existencialistas… me contestó disimulando vergüenza que da haber ocultado algo a un niño que sabe más de lo que crees... esos mejor no los toques.
        Aquello bastó para que esos libros cobraran para mi un aura de misterio de la que que aún hoy, que los conozco bien, no se han liberado… especialmente Viaje al Fin de la Noche. El único que aún me espera.
        A partir de aquel día cada vez que pasaba junto a la biblioteca los miraba con curiosidad, casi admiración, pues ahí estaban, como si algo en ellos, algo para lo que yo debía ser valiente, me estuviese esperando en su interior. De tanto mirarlos secretamente me aprendí sus nombres y su posición al otro lado del cristal de la vitrina… hasta el día que giré la llave y elegí La Peste para empezar a Leer.
        Pensé que cuando mi padre se enterara me regañaría. Pero solo para mi había sido crucial esa conversación, para él no había sido más que un comentario a un tipo más joven, un consejo de amigo dado en el momento preciso en que un consejo puede servir tanto para detenerte como lanzarte definitivamente al otro lado… el lado de los que saben, el lado desde el que te hablan y te prohíben en al mismo tiempo. El lado de los que han mordido la manzana.
        El Viaje, he de confesar que nunca he conseguido leerlo entero, en verdad nunca llegué más allá de las primeras cincuenta páginas… lo único que he leído, eso si, cientos de veces, a escondidas primero, -de rodillas delante de la vitrina abierta para poder devolverlo rápidamente a su sitio como si fueran las revistas porno que mi padre escondía en su mesita de noche-, y aún hoy a veces cuando paso cerca del libro, son estos pocos párrafos escritos al borde de la primera hoja, antes del prólogo, antes de todo, como escritos a un lado de la última curva antes de llegar, los que para mi han acabado por ser todo Viaje al Fin de la Noche: las páginas que siguen, las que componen el libro, confieso nunca me han importado demasiado, y aún tengo la impresión de que no me harían falta para entenderlo…
        Y a pesar de todo, de toda esa vitrina que en verdad no me abrió las puertas a ningún lugar, infierno o paraíso, que no llevara dentro de mi mismo, esas palabras fueron las que mejor se me quedaron marcadas, y las que todavía me hacen temblar como la primera vez que Camus me abofeteo para que despertara de una vez por todas a la cálida luz del vértigo como a un día de verano, la poesía del vacío, la belleza, de ese misterio cristalino, magnífico y pequeño a la vez, imponente pero cotidiano: la sencilla y violenta vitalidad de existir y amar el mundo en la consciencia de la Nada…
        Y con todo, esa bestia que tanto me costó domesticar que es el dulce sabor de la autodestrucción que te espera como una araña cuando llegas demasiado pronto al centro de la verdad, tiembla también sonriéndome… cada vez que saco esas palabras del cajón que aun les reservo dentro de mi mismo como a un tesoro que durante varios años llevé conmigo a todas partes.
        Me basta con cerrar los ojos.

jueves, 4 de agosto de 2005

Étérnation (parte II)

        
(¿Tendría que ver con eso el que retrasara cada día la Gran Hora de la Limpieza, y con el hecho de que hacía un mes no terminaba de organizar mi desorden, mientras el calor hacía su parte descolgando uno a uno posters, postales y papelotes varios sobre los restos del último trabajo, las Cartas de Amor de Telefónica, algún dibujo y los montones de recortes garabateados que componen la agenda que nunca tuve?) …

        No creo en nada, pero eso no impide que me sorprenda ante la unutosidad de ciertas casualidades…

        Efectivamente, me he mudado: escribo esto 3 metros por encima del lugar desde donde normalmente escribo. Estoy en otro cuarto, en un desorden de mudanza que es como el murmullo de todas mis cosas buscandose aún su nuevo lugar. A pesar del caos sé que no me he movido mucho, me siento cerca, tan solo en el piso de arriba, y a solo dos días pasados, el patio que veo desde la ventana es el mismo… pero me siento lejos al mismo tiempo: en otro comienzo, en otro capítulo de todas las casas que he habitado, que tal vez empiezan a no ser pocas… No lo tenía planeado, simplemente surgió, y me subí al tren, así después de un par de años me introduje yo también en el puzzle que mueve a los inquilinos de un apartamento a otro hasta el día en que se van, dejando en general algún rastro como el 17 pulgadas de Paul que apareció en el patio, o su antena de televisión que he vuelto a instalar en el tejado y que al menos me deja ver Doraeomn en color, o la Motoreta de Pedro, aquel yonki hijo del post comunismo sin prospectos, y la tragedia que llevaba pegada al culo como una mancha de nacimiento que me prometió volver a buscarla algún día. Recuerdo que una vez rescaté de la basura el cabecero de la cama de un vecino de arriba… hasta entonces nunca había tenido un cabecero de caña.
        Siempre queda algo. Me pregunto qué dejaré yo.

        En fin, efectivamente, me he mudado tal y como escribía la otra tarde que parecían querer decir mis posters cayendo uno a uno, mis paredes deshojándose de puro calor… Y efectivamente también, el verano nos ha explotado en toda la cara, y no es como la explosión colectiva de la primavera, esa bulliciosa riada de vitalidad, no… en este lugar el verano es un calor de sálvese quien pueda, que baja del cielo y vuelve a subir recalentado en el asfalto y las aceras… pero con esa jactancia suya de chicharra, relamiéndote impertinentemente la barbilla. ¿tu no te as ido, chaval?

        Vuelvo de Londres y me digo joder qué calor.

        Vuelvo de Londres y me digo ¿Dónde está todo el mundo?

        …¿Esta Materia es el Verano del 2005?

        Dentro los muebles a medio poner, fuera la ciudad flota en su masa turística que veo subir y bajar como una marea cuando voy y vuelvo del trabajo metiendo la cabeza en cada fuente… Me refugio con las persianas echadas, penumbra y voces de la calle que salen de ventanas de otros refugiados…

        ¿Dónde estará todo el mundo?... me pregunto al despertar un poco sudado de la siesta… me gusta la luz que se filtra por las persianas.
        Me giro, y te observo reposar a mi lado, tu mano a penas me responde, murmuras con ese quejido feliz de la siesta, y tengo la impresión de que la certeza de que el móvil no sonará es un regalo del cielo. Asimismo, bendigo el ventilador mientras repaso con la lengua la humedad de tu espalda… cuando llego a tu nuca, te giras, pero no has conseguido ocultar tu sonrisa contra las sábanas y tus reproches se dejan apagar sin esfuerzo en mi boca…

        ¿Para que quiero el verano si puedo enfriarme y calentarme a mi antojo?

        ¿para qué quiero Todos los Veranos de Este Mundo si puedo resfriarme a tu lado?

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