martes, 26 de diciembre de 2006

Hiperpost

        A veces miro atrás y me admiro a mi mismo. Creo que he perdido la inocencia con esto de los blogs. Ya no escribo como antes. Pero no es solo la inocencia, muchas cosas han cambiado. Una de ellas, sin ir más lejos, es que creo que mi padre lo lee (anda papa, échate un comment y sáca a tu pequeño Kalel de las dudas, que esto es como mirar a través del plomo). Yo he intentado, más que menos, mantener el blog en un territorio semisecreto. Más que nada por preservarme algunas libertades de una inevitable autocensura.
        A veces miro atrás y me admiro a mi mismo. Suena presuntuoso. Lo diré de otra forma: a veces miro atrás y no me gusto a mi mismo. Por lo que soy ahora, por haber perdido ciertas habilidades, por haberlas descuidado.
        Seré sincero. Creo que más de uno sabe que yo quería ser escritor. No de esos que comen de la literatura –dios me salve-. Simplemente un escritor de esos que la gente sabe que escribe por que se lee, de esos que llevan el amor por las palabras como parte de si. Yo adoro las palabras y me gusta expresarlo. Y el que a la gente le llegue no es tanto que lo sepan, como que no me quede sólo con una afirmación más de tantas. No creo en absoluto en que se escriba para uno mismo. Bueno, igual tu si… pero yo no puedo escribir para mi mismo.
        Dije que sería sincero y ya os estoy mareando. ¿Por qué escribir tan pocos posts y tan insulsos?¿Por qué el Sindicato de Tamagochas Cabreadas me lanza un ultimatúm? No creáis que no me lo esperaba. Lo tengo bien merecido.
        Desde hace no más de un año, he estado metido en talleres de escritura y concretamente en talleres de relatos. Allí me ha sido revelada una pequeña verdad… Yo no escribo relatos. Ni cuentos. Nunca he escrito más de 14 páginas, pero ahora descubro que lo que escribo tampoco son relatos cortos. ¿La poesía? Arrumbada… como el scalextric en el altillo de muchos de vuestros armarios (por cierto, estoy loco por uno ¿qué me pedís por él?). Pero cuentos cortos no.
        ¿Qué escribo yo entonces?.. ¿Aparte de Cuadernos personales, memorias para algún proyecto de arquitectura… y… mmmmm… ¿POSTS?.
        No veáis si me dolió aquello. Menudo complejazo. Por que yo quería hacer lo mismo que tanta gente que admiro y de vez en cuando publican algún relatillo… en papel, que perdura, se puede tocar y pasa de mano en mano. Porque es bonito ver su trabajo, recibir la historia y pensar: mira, este payo ha buscado en su cabeza y ha salido este trozo de tiempo. Para mi la literatura es sobre todo eso: tiempo. Y el tiempo a solas… bueno, pues No Tanto, que me empacha, gracias.
        Me he pasado desde entonces intentando aprender (si aprendí algo no me toca a mi decirlo) a pensar como se piensan la historias de hoy, a someter la narración a las reglas del cuento moderno: personajes, narradores, cámaras, tiempos… me he quitado como un niño malo de mis horribles vicios que según esas reglas no me llevarán a ningún sitio como cuentista: mi mariposeo, mi adjetivación e intimismo epatante y vitalista, mi anulación del tiempo, mi manía por deshilar todo que puedo sacar de una acción que en verdad no os voy a contar en dos páginas al estilo magistral de Carver o Monzó… sino que me voy por las ramas como una ardilla. He repasado. Me he autocriticado. He agachado la cabeza ante la evidencia. Y todo esto ha afectado a los posts. He bajado la guardia. Me he quitado las energías. He echado leña a otro fuego, lo cual está muy bien… siempre que no te quites de tu propia leña, que no te amedrentes, que no te amanses.
        Un día, en una entrevista para entrar en un taller que estoy haciendo ahora, el tipo me peguntó qué escribía yo. Yo le dije que ya no estaba seguro, que relatos no eran, que quizá escenas… quizá posts... Vaya, que por lo que la gente me decía, sinceramente, no sabía lo que escribía. Me pidió que se lo describiera, que le contara, en vez de decírselo, qué escribía. Ah, me dijo al fin, ud. escribe escenas y anécdotas. O algo así… Yo, me quedé tranquilo. Al menos ya se lo que escribo, me dije, aunque me da a mi que hay que ser bueno de cojones para que a un mortal le publiquen su colección de anecdotillas en un librillo.
        Pero esa última reflexión fue como salir a flote asegurándose de haber dejado el ancla bien sujeta en el fondo.
        Hoy he estado repasando el blog desde el principio… Y me he visto y me he dicho hostias, que blog que tengo. Qué posts que escribía. ¿Y Qué tienen?... No mucho: la honestidad de haberlos sin más voluntad que ser lo que son. La sinceridad consigo. La humildad de no perseguir más que su lugar en el universo desde el mismo momento en que los empecé a escribir en casa para ser Post en una cosa llamada Blog que nadie puede tocar pero que está ahí, entre Mi Ciudad, desde de donde yo escribo, y California, donde creo que esta blogger. Y a la vez en tantos otros barios en otras ciudades, desde donde vosotros leéis. Ciudades que están en países. Países que están en continentes. Continentes que vagan lentamente por la tierra,
        Por la tierra que es un astro.
        …Y yo queriendo escribir cuentos. Seré gilipollas.

        Queridas, amadas, Tamagochas cabreadas, compañeras del STG. Queridos lectores. Si, si, tu también. Queridos todos. No voy a prometer nada, que ya nos conocemos. Pero voy a volver a empuñar este teclado, que un día cambié de estrangis por un teclado moderno en la universidad porque me había enamorado de su tacto de máquina vieja, tecleo de películas de los años ochenta, este teclado a caballo entre la primera caja registradora y el último teclado inalámbrico de Microsoft, este teclado en el que tantos posts os he escrito y en el que tantos espero escribir.
        Gracias por tan precioso tirón de orejas en mi cuarto año de bloguero y mi más enorme crisis cyberliteraria. Solo necesitaba esta bofetada en el culo. Después de todo, ¿a quien no le gusta una de vez en cuando? Digo humildemente ¡Ay! y seguimos la cabalgada.

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