lunes, 14 de marzo de 2005

Del swing a calle Tablas

        Cada cierto tiempo, hay unos días en la vida, no muchos en general, en que todo simplemente se improvisa. Uno días de paréntesis inesperado que parecen arrastrarlo como un viento de terral de esos que levantan olas y arena durante un par de días y luego se van, entonces uno despierta a la rutina cotidiana con la sensación de que hubiese sido un sueño, pero con la certeza de que no. Y el sabor que ambas me dejan en la boca me recuerda al dulce salado de las pastelas morunas que nunca compro, pero que veo al pasar frente al escaparate por el rabillo del ojo. Hasta que a alguien me las saca mientras andamos o nos sentamos en alguna parte en que no me suelo sentar, justo en esos días en los que simplemente todo se improvisa.

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