jueves, 30 de julio de 2009

Adios Casa.

        Escribo sentado en el suelo del estudio. El ordenador descansa sobre la última jarapa. La mudanza está casi terminada. El verano invade la habitación liberada y se arremolina alegremente en el hueco que yo dejo para las historias que vengan. Desordena los cientos de momentos que dan forma a estos dos años, momentos hermosos, horribles y, entretanto, momentos de paz o simple indiferencia… los menos, la verdad.
        Desde que a falta de muebles habito más el suelo, veo la casa desde una perspectiva nueva. Desde la altura de un niño pequeño -entre colonias de objetos en retirada- me veo a mi mismo... y, mal que me bien, me reconozco.
        EL sábado cerraré con las mismas palabras con las que cierro cada mañana al salir, pensando en cuando regrese, ya al otro lado del día. Me gusta recrear en mi cabeza su voz que me contesta desde su garganta de habitaciones y armarios. Es una voz profunda y femenina, que llega a mi rebotada por la pared del pasillo junto al resplandor que por alguna ventana tre el sol de levante.
Me despido acostado en una gran hamaca que flota sobre el suelo del estudio, tendida entre una nueva nostalgia y una nueva ilusión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Adios Golfo.

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