martes, 23 de marzo de 2010

De Sábado en cuando.

Hay una noche al año en que salgo solo y sin rumbo. Sin alegría ni tristeza travieso la algarabía y entro en un montón de bares de los que en pocos segundos vuelvo a salir. No, no está aquí. Aquí tampoco.
Es una noche en que simplemente tengo energía y no hay nadie, no hay polo hacia el que mis electrones puedan dirigirse alegremente quemándolo todo a su paso. Se quedan todos para mi, con su vibración interrogante y desconcertada. Yo no se qué hacer más que seguir caminando con todo este revuelo en el cuerpo.
A veces me ha pillado en una ciudad en la que había mil recuerdos e imágenes de mi que me esperaban en cada esquina y me acompañaban unos metros... incluso, me acompañaban incluso mis yos futuros, mis potencias, como una brisa misteriosa en un calmo día de bochorno.
Esta noche no ha sido así. He comprendido la soledad del fantasma: El fantasma, cuando está solo, sufre mucho más.
Al final he hecho lo que siempre hago: he vuelto a casa, procurando no hacerlo por el mismo camino -la magia de lo circular- y me he puesto a descargar mi energía sobre este teclado escribiendo. La otra opción era la música, pero en el fondo me gusta este silencio en el que el sonido del teclado es como una nana a través del desierto interior.
Buenas noches, mundo.

1 comentario:

julia dijo...

a mi me ocurre más de una noche al año.
salgo sola para entrar en sitios y pensar, no, aquí no hay nadie. y el vacío se canjea por demasidos electrones caóticos que seguro acabo llevandome conmigo a casa.
es raro..

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