sábado, 26 de febrero de 2011

Oftalmología en la tierra.



Notre Père qui êtes aux cieux
Restez-y Et nous nous resterons sur la terrre
Qui est quelquefois si jolie...

Jacques Prevert. Pater Noster.


        Yo tuve gafas y las perdí...
        Como no iba a clase, solo al cabo de los años me hice cargo y fui a hacerme unas nuevas. En las pruebas me dijeron que yo no tenía nada, nada reseñable, entiéndase, aparte de una ligera desviación en un ojo (de la que me consolé pensando en todas las chicas que me han fascinado por esa pizca perfecta de bizquera en el ojo, o en henry Miller y en otros tantos malotes entrañables que aún se dibujan con un ojo vago -clues en los que jamás me había visto y no me vería por más que me dijeran que padecía de una desviación en la mirada-) y de ver un poco borrosos los contornos a ciertas distancias (distancias a las que que por lo demás los contornos ya no importan demasiado), vaya, que al parecer me habían timado años atrás (lo más probable según la expresión del oculista)... o bien me había curado (según mi inocente optimismo, que caracteriza esta mirada mía, aunque se desvíe un poco, más no a mi, que soy algo fatal y ya puestos confesémoslo: también fácil de timar). Al oftalmólogo le hice explicarme las pruebas y hacerme algunas más, que el tipo sacaba de la chistera, desempolvándolas todo didáctico y contento, como un mago frente un voluntario entusiasta en una época en que la magia -los secretos sencillos- está de capa caída. Aquello era divertido. Pero el resto del público, es decir, mi acompañante, que solo había venido a recoger unas lentillas, se aburría, arrepentida de haberme pedido que la acompañara y recordarme que un día, hace tiempo, yo llevaba gafas, por no hablar de la de vergüenza que le estaba haciendo pasar, ahí sentado, todo en mi papel, con la cara llena de chachibaches metálicos, lentes y preguntas en voz alta.
        Hoy día, a veces, le cojo las gafas a los miopes. Tengo esa debilidad. Ellos ceden y a regañadientes me prestan sus gafas, emergiendo unos minutos a su pequeña cegera con esos ojos entornados, de pronto un poco perdidos, vulnerables: encantadores-...mientras por un momento, a través de los cristales, yo me asombro del mundo, de los contornos inútiles que normalmente me pierdo -o de los que me libro, según se mire- pero que oye: ahí están.
        ...después de todo...
        ...aún perdidos entre pequeños timos y dudosas curaciones, perfilando el incomprensible hecho en de ver en este planeta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí golfo, yo a veces también me pongo un poco ciega, ;)

Anónimo dijo...

hay cosas que merece la pena que observarlas, hay otras...
que es mejor perderse.

:)

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