viernes, 22 de julio de 2005

Étérnation (Parte I: Hace unas semanas)


         Hay algo feliz y dantesco en estos días, el calor está ya casi a ese nivel crítico en que la gente huye de la ciudad, las vacaciones a la vuelta de la esquina, la vacaciones que todos esperan, todos menos yo, que no adoro el verano, de hecho no me gusta nada, que sin dinero, solo me sirve para quitarme de encima todo lo que he pospuesto en otoño y primavera, mientras esquivo tantos tópicos universales de tirantes, crema solar, viajes que no puedo hacer y teóricos amoríos de verano que nunca he tenido a pesar de mi reclusión en una feliz ciudad de verano. Ver a la familia, comer como un cerdo e intentar reconstruir un año más mi vida en una ciudad que se adelanta o se retrasa sin mi, cuyo tiempo ya no coincide con el mio desde hace mucho, con lo que el verano ha quedado para ambos en un ejercicio de adaptación absurda, un puro juego de supervivencia entre ritmos inconclusos... pero con cierto encanto de bahía y novela con café helado en las horas de calor… no se puede negar.
         Pero esto será más tarde.
         Mientras tanto hay algo feliz y dantesco en estos días, finales y previos a la vez, en que sube la temperatura como si alguien la empujara de abajo. La ropa es cada vez más ligera, el estrés llega al climax desde el que solo podrá caer de golpe cuando todo haya pasado, y la ciudad muera con el éxodo vacacional. Domesticada, como otras tantas, la ciudad más hermosa del mundo reducida a un parque temático... pero solo hasta donde ellos creen.
         Intento combinar la intensidad del fin de curso (el round final es siempre septiembre), con el calor, las últimas esperanzas de hacer algo con mi gente en la ciudad antes de que advenimiento de otro agosto abrasador disuelva el universo de este año, lo colapse y explote centrifugando veraneantes. Pero yo hago como si nada, vivo sin darle muchas vueltas, empujo y retengo, intento combinar las cañas con el café, la siesta y con las bibliotecas, los conciertillos con los temarios, las terrazas con los codos, el tiempo con el tiempo, las fechas y los horarios con el sexo y el chillido de las golondrinas (estos dos últimos que en esta época para mi son el rumor de una misma cosa) y el alargar los desayunos todo lo que puedo…. mientras el calor ablanda las paredes, y los posters caen uno a uno como si hasta la casa hubiese decidido mudarse sin consultármelo.

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