domingo, 7 de marzo de 2004

Os debo una explicación

No se si os habréis dado cuenta de que hace un tiempo que ya no os comento tan a menudo, que he dejado de aparecer aquí y allá, como Golfo si faltara, como si algo lo hubiese callado…
¿enfrascado en su trabajo? –No, aún no me dejan y luego veréis por qué-
¿abducido por una noble saga de extraterrestres? -No
¿raptado por una bella y perversa científica y sus epatantes experimentos de ingeniería poética? -No, una lástima quizá, pero no- ¿amansado definitivamente por el Terrible Ejército de los Carcamales o tal vez algo peor?...
No, no, nada de esto, tranquilos, confiad en mi: puedo explicarlo todo…

Debido a una enfermedad me vi enclaustrado un mes entero en casa de mis padres. Como se me da muy mal andar vagueando como un gato encerrado por toda la casa, muy pronto decidí ponerme en activo, pero por otro lado aquello de estar enfermo no me daba muchas ganas de trabajar (además el médico prohibía someterme a grandes tensiones de trabajo), así que, en semejante situación de cautividad y falta de inspiración no me quedó más remedio que consagrarme por entero a los lujos inefables de la adsl…

Mientras me bajaba toda esa música, trasteaba con el html, pero solo lo que mi inconstancia característica me permitió, hice un poco el ganso, escribí algunas cosas como vosotros mismos leísteis y otras que no habéis leído pero que quizá un día deje caer por aquí… Pero, sobre todo, navegué sin parar como nunca había navegado antes, no de un página a otra como un pato mareado en un mar de información que casi nunca es la que busca (o sea, lo que he hecho el 70% del tiempo de mi vida que he pasado en Internet), sino leyendo ávido en cada paso, sintiendo el mar empujando bajo mis pies cada vez página a página, meciéndome, pasando horas y horas leyendo en este laberinto sin intentar resolverlo, solo por recorrerlo, solo por perderme en él, deleitándome en cada esquina, dando vueltas en círculos y pasando mi mano por las paredes más o menos lisas, más o menos desconchadas, hundiendo mis dedos en el barro, dejando señales aquí y allá… si, exacto, me lancé de lleno al océano de los blogs.

Ya no estoy en casa de mis padres, no tengo adsl, no tengo ni siquiera Internet (en verdad ni línea)… así que habréis notado como ya no os comento diariamente, ni, como ocurría en ocasiones, varias veces en un mismo día (según ese fenómeno que convierte los comments, por unas horas en un chat que luego se queda ahí flotando como la transcripción de un teatrillo momentáneo en el que los personajes nunca se vieron las caras… Hyperteatro). Nunca he comprendido tanto el sentido de la palabra hipertexto como al descubrir el mundo de los blogs… esta especie de comunidad metaurbana que se teje uniendo locamente columnas de folios que se crecen dia a dia… es fabuloso. Y engancha. Vaya si engancha.

Pero aunque os parezca que ya no esté allí o al menos no tanto como he estado durante un mes. No he desaparecido: sigo aquí, os leo aun, y trato de escribir y procuro traer cosas para publicar.
Os leo cuando en los intermedios de clase en los que me refugio en el aula de informática (aprovecho para exponer la base de mi insociabilidad en la escuela, se trata de una pregunta existencial: ¿de qué habla la gente en los intermedios de clase?)…
Os leo cuando me cuelo con mi diskette en los cybers, con un post que me he preparado en casa, a lo mejor cinco minutos antes de que cierren... como en los viejos tiempos, cuando golfo era un bloggero más novato, más ingenuo (si, increíble pero cierto, aún más), más discreto y completamente desconocido.
Sigo escribiendo, que es lo importante, al menos para mi que adoro escribir, y voy siempre con mi diskette en el bolsillo o mi pendrive, por si las moscas, donde no solo llevo mis garabatos sino que a veces me bajo alguna de vuestras páginas para leerla en casa con tranquilidad.
Sigo e-vivo, aunque ahora no pueda armar tanto ruido.
Pero este mes pasado. Cada día frente al ordenador. Desayunando mi café mientras saltaba gimnásticamente de blog de uno de vosotros a blog de otro de vosotros, me lo he pasado como los indios en las pelis de vaqueros. Ha sido genial. Gracias.

Gracias por poblar este silencio que antes me parecía tan estúpido.

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