miércoles, 19 de mayo de 2004

Construcción

       Quien no es capaz de ver el poder poético de la construcción, no es arquitecto, del mismo modo que quien no cree en la capacidad de un idioma de sostener un poema, no puede llamarse poeta. Podrá ser un artista, podrá ser sensible, pero nunca un poeta, y si dice llamarse poeta no será más que un charlatán.
       Picasso, Kupka o Matisse, no empezaron a experimentar con su lenguaje de formas más o menos abstracto, sin antes haber aprendido a dibujar, a representar las formas tal y como las veían sus ojos y controlar los medios para permitir que esas formas y esos medios se expresaran a través de sus manos por si mismos... y aprender de ellos. Solo cuando los dominaron se lanzaron a pintar el mundo a través de su pensamiento, su extraña lucidez, de su propio leguaje de lineas y opacidades.
       Nunca me gustó la contrucción, pero creo que la quiero ya, la quiero, y hoy la busco y le pregunto cosas, le pido que me sostenga, y, a cambio de no derrumbarme y le doy lugar, sentido, dignidad, le doy salidas útiles, estéticas, vitales. No le niego ni un ápice de realidad, como ella cuando me hizo redescubrir mi sensualidad poniendomela al frente de mis ojos, bajo mis pies, tras de mis manos... en un mundo que se descompone en la virtualidad globalizadora, desarraigante y el cyberfanatismo feroz. Desde que descubrí la arquitectura follo mucho mejor, escucho más flamenco, y quizá incluso tenga que ver con que en este momento quisiera tocar este teclado como tocan los músicos las teclas de un piano.
       Que lo consiga o no, hoy da igual, es cuestión de práctica, un poquito de fe en mi mismo... y que no me pille un autobus.
       Vaya, que mientras me dejen el tiempo...
       Cuidado con los charlatanes.


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