domingo, 18 de enero de 2004

FUNcionalismo, Fuckcionalismo.

A todo el mundo le gusta jugar, pero no todo el mundo juega. . . La verdad es que es difícil, los Carcamales, están por todas partes.
Yo trato de hacerlo continuamente, aunque a veces se me olvide, aunque a veces baje la guardia y me deje amansar. Lo intento a menudo, soy constante, fiel, casi vicioso, sobre todo si el juego rompe una regla que solo regla inventando nuevos límites que respetar, me gusta romper, trasponer, malversar, descubrir nuevos hilos o simplemente cambiarlos de sitio y ver que pasa, utilizar los medios que el mundo nos pone a mano sin darse cuenta de lo que realmente pueden hacer, eso que no te habían dicho, bien porque no lo pensaron, bien porque no estaba estipulado, o bien por que no se atrevían, deshacer las distancias en los sonidos y las señales en sus propios esquemas, saltar tiempos, girar al otro lado, vagar por las fisuras por donde poder al fin respirar, pegar la hebra, hurgar entre la hierba. . .
No hablo de otra Revolución de Mierda, ni de utopismos intempestivos, sino de fijarse esos pequeños detalles, aparentemente superficiales, que conforman la textura de la realidad y cambiar inocentemente un parámetro para ver como se vuelve rugosa, por fin la memoria de adhiere y se siente la vida rozar.
Así un día ves que en una cabina donde debía decir Phone, al lado de un dibujo muy esquemático de un auricular, alguen puso Poem, del mismo modo que suena por la noche un teléfono y del otro lado se oye alguien que tose hace aspavientos tratando de controlar el volumen de su voz. . . -¿ya?. . . -¡ya!. Y te sientes libre, porque entre dos puntos del espacio que supuestamente no podrías medir, por veinte minutos alguien más se ha aliado para retar otra vez al Vacío.
Por lo menos alguien más ha comprendido lo que está pasando

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