viernes, 13 de febrero de 2004

¿Cuanto pesan 21gramos?

Imaginad un objeto más o menos magullado. Uno de esos objetos que uno mira y se dice: aquí hay historias. Como mi oso Nerón que tiene una grapa en la oreja y unas manchas que nunca le he conseguido quitar desde que lo encontré por más que lo meto en la lavadora. Como los rotos de un pantalón. O ese artefacto oxidado y extraño que nadie sabía para que servía y que acabaron por llamarlo simplemente Le Truc (la cosa) y que quedaba tan bien en la mesa del salón (un día un amigo de chile me desveló que era una vieja lámpara de aceite para bicicletas, lo que me para mi hizo de aquello algo mucho más enigmático).
Algo con óxidos, con manchas, marcas de la violenta realidad del tiempo.

No, mejor, imaginaros un objeto cualquiera que se ha marcado por la vida, y cómo al darle vueltas en la mano cada marca va contando cosas.

Si, Imaginaros algo como un trozo de cuerda que ha atado ya muchas cosas, con nudos sobre sí misma y más de un "aquí estuvo a punto de cortarse".

O mejor, mejor aún...
Imaginaros simplemente, película y más película suelta, una tira de celuloide toda echa un lío, en la que la historia tiene tanta fuerza contenida de salir, que no importa perder el tiempo en buscar los extremos.

Cada cual la coge por un trozo al azar, y retazo a retazo, empieza a montarse la historia:
-Y aquí es cuando
-Y aquí, justo aquí, fue cuando entonces
-Este punto de aquí, bueno, te va a parecer absurdo, pero quédate con el detalle
-aaaaaaaaaaah, entonces.... claro, por eso...
-bla bla bla.

Pues así demuestra Alejandro Gonzalez Iñárritu, que el tiempo a veces se entiende mejor cuando se lo mira como un poliedro en el que cada cara es un pasaje, un recuerdo, una herida.

Hoy me he sentido como me siento delante de algo bien hecho. Y no se como decirlo mejor. Podría decir que me dan ganas de hacer yo también algo bien hecho, que me dan una ganas terribles de escribir (no sé que le pasa a mi cerebro, que cuanto más se pilla con una historia, más se pone a producir él paralelamente pero sin perder el hilo de lo que estoy viendo. Supongo que esto es lo que los griegos llamaban catarsis, cuando salían todos del teatro de Epidauro dispuestos a despreciar sus miserias humanas y hacer las cosas mejor), que se me cierran un montón de círculos y me surgen otros nuevos, que me doy cuenta de que estoy vivo y de que el momento de actuar es este y no otro. Podría contaros la cantidad de cosas que me pasan por la cabeza mientras estoy ante un espectáculo que me impresiona, y entonces descubriríais el gran poeta que soy, lástima que luego se me olviden todas.
Solo me quedan las ganas de escribir.
Por eso me he venido sobre este teclado y os he dejado estás líneas antes de que se me pase.

No soy buen crítico de cine: vayan a ver 21gramos.

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