miércoles, 18 de febrero de 2004

Hoy he visto "Tron"

LLegué a mi casa y le pedí a mi madre encarecidamente que me alquilara una película increíble que había estado viendo con mi primo en su casa… ¿Pero cómo se llama?, me dijo mamá. Con la excitación ni siquiera se me había ocurrido preguntarle, así que llamé a mi primo a su casa…
TRON, dije cuando colgué.
Cuando mi madre la trajo a casa yo era como si no me lo creyese. La última vez que había tenido una sensación así fue cuando mi padre trajo aquel video BETA, el mismo en el que esa tarde pude ver TRON en mi propia casa.

la portada más bonita que he encontrado

TRON fue la primera película que se atrevió a jugar con los mismos conceptos con los que jugó Matrix pero veinte años antes: una especie de modelo metafísico de mundos paralelos, ignorados por la mayoría se sus habitantes pero relacionados entre sí y consecuencia directa del desarrollo informático.
Lo que impresiona es que TRON habla de cosas que entonces aún no estaban inventadas o solo eran apenas una sospecha de lo que hoy son, lo cual obligaba a dar por sentado algunos supuestos y a inventarse el resto (Hoy uno se queda de piedra ante tanta ingenuidad):

Digitalizar: el láser descompone la estructura molecular del objeto y las moléculas quedan suspendidas en el haz del láser, luego la computadora lee otra vez el modelo, las moléculas vuelven a su sitio y… voilá.

Toma castaña…

…O simplemente improvisar. Obsérvese una escena en la que Sark (o Shark, le pega bastante dada su indumentaria), en su centro de operaciones, estudia su plano de la cyberciudad en la pared buscando los jodidos Programas Rebeldes que se le han escapado… ¿y a quien se ve asomando por una esquinilla del plano, así como quien no quiere la cosa?… Siiiiiiiiii, ¡a Pacman! (para nosotros el Comecocos). Cuando de pequeño vi la película unas 230 veces (mi madre me la ponía para que comiese bien) nunca me fijé en este detalle. Quizá porque en la imagen de lo que aún no está inventado todo es posible.
Por cierto que ni siquiera Sark parece saber qué es eso del ciberespacio… lo llaman simplemente “aquí abajo”. Curioso contraste con nosotros que lo situamos arriba.
Tampoco he podido dejar de sonreírme cuando Flinn (un jovencísimo Jeff Bridges tomándoselo todo esa calma estoica y buenhumorada que caracteriza al futuro Lewoski) dobla una esquina y en la pared del pasillo se puede ver la foto aérea de una ciudad, con su entramado de calles y parquecillos en los cruces, que podría ser Houdston o Philadelphia o Valladolid, pero disimuladillo en tonos de azul para que de el pego y no se note que están hasta los cojones de llenarlo todo con las texturas circuiteras del televisor Philips.
Pura artesanía.
Tardaron un montón de años en hacer la película, mezclando animaciones en 2D y 3D con película real, y pintando a mano el resto, con mucho mimo y tesón.
Eran los inocentes años en los que una Disney que aún no había matado y enterrado al ratón Mikel ni al pato Donald en su fosa común, todavía se atrevía a promover proyectos valientes y arriesgados. Se hacían películas como rosquillas de las que muchas ni siquiera pasaban por las salas de cine, sino que iban directas al videoclub.

Lo que TRON proponía, básicamente, era que tras los ordenadores, pudiese haber un mundo “físico”, en el que los programas fuesen seres a imagen y semejanza de sus programadores (hasta con la misma cara), que además de cumplir sus funciones como hojita de cálculo o jugarse el pellejo en la rejilla de juegos mientras, en una sala de recreativos, los inconscientes chavales se divierten dándole al botón, campeón; pudiesen también caminar y hablar entre ellos, interrelacionarse, sentir algo parecido al amor (aunque no se besan, eso queda para los programadores) , e incluso, como nosotros, plantearse ciertas cuestiones de toda la vida...

-¿crees en los programadores?
-Claro… Si no tengo programador ¿quien me programa?


...O de actualidad. Más tarde, en el discurso de S(h)ark les cuenta a un grupo de programillas…

-Aquellos de vosotros, que siguen creyendo en la autoridad de los programadores… blablablalbla (resumen: los freirán en los videojuegos)
Aquellos de vosotros, que renuncien a esa supersticiosa y absurda creencia, serán elegidos para unirse a la élite guerrera del cé cé pé…


Quiso decir Control Central de Programas, no se ha comido una C…
Pero “uyyyyyyy, ese tufillo a guerra fría”, me dirán. Que no, que no. No me sean paranoicos, por dios: lo que pasa es que S(h)ark es como todos los malos muy malos: de color rojo, centralista, borrego, militarizado y ateo. Perverso, vaya. Y además, como los malos no creen en los programadores, pues S(h)ark nunca podrá besar a su chica como en los anuncios de Tommy, y los buenos si, porque si creen en los programadores y, por eso, son los elegidos y van a la torre Outputiputi o Imputoutput o como se diga… a comunicarse con ellos, aunque no sea Domingo.

Pero ya llorarán, ya llorarán cuando quieran ver una teta por la tele. Se arrepentirán del dia en que levantaron el frisbi para decir:

-Esta es la clave de una nueva orden, un código que simboliza la libertad.

Me explico. Es que los programas llevan un disco de identificación: un autentico frisbi con el que se pueden matar entre ellos, en caso de necesidad, entiéndase, y donde además se almacena todo lo que aprenden a lo largo de su existencia. O sea, todo lo que necesita, hoy día, el individuo medio para caminar libre por el mundo, y poder acabar con quien se interponga en su camino en caso de darse cuenta de que tiene el poder y el derecho legítimo de cambiarlo, aunque el mundo no lo comprenda ahora. Tranquilo, ya te lo agradecerán, ya te lo agradecerán, pequeño programa.

Aunque en favor de TRON, debo decir que el CCP es un programa muy muy pero que muy malvado (un hijo de puta, vaya), que se merecería una buena patada en el zurrete y ser enviado en una Casio fx-500 a un ingeniero de minas en Siberia.

Además, tratándose de una película épica de ciencia a ficción ambientada en el presente y salida de una factoría yankee, hay que aceptar que todo esto, a su manera, es normal, y hasta algo enternecedor (quizá por la nostalgia de aquella época en que éramos más horteras y en que el enemigo era otro).

Asi que, más que menos en definitiva, nada ha cambiado(?):
TRON sigue siendo aquella película que marcó mi infancia.
La primera vez que ví esas imágenes me quedé embobao: William Gibson, aún no había escrito Neuromante, por tanto el término “ciberespacio” aún estaba en pañales. Y todo era poesía.
Tuvieron que pasar todavía dos años, para que mi padre nos comprara nuestro primer ordenador por 20.000 pelas: un Spectrum+ de 48ks, con diez juegos en cinta de cassette, ofertón. (lo veréis en una foto justo después de la de SirClive Sinclair sentado en una pseudomoto llamada C5, que por cierto fue un fracaso total. . . para poder librarse del stock, supongo, la sorteaban en los envoltorios de los chicles Chein. . . aunque nuca conocí a nadie que le hubiese tocado).
Todavía lo tengo por ahí. No era más que un teclado negro, con un cable para enchufarlo a la tele y otro con los extremos tipo auriculares para que lo enchufásemos al radiocassette que teníamos que comprar por separado, para poder cargar los juegos y programas (que tardaban una eternidad) o grabar nuestros programas hechos en BASIC o en código máquina (aunque yo nunca conseguí que se grabara ninguno de los sencillos programitas que hacía. Así que, dado que el ordenador no tenía disco duro, toma ya, tenía que dejarlos ejecutados indefinidamente o escribirlos de nuevo cada vez).
Recuerdo que a lo más que llegué en mis flirteos con el Basic fue a hacer un programita con el que con el fondo negro dibujaba una línea roja con los cursores. Me gustaba mucho porque me recordaba a TRON.

Hoy por fin he podido volver a verla, en formato AVI y depués de dos días bajando por la adsl. Total, nada.

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